La visita de la cúpula de Foment a la Catalunya Nord para entrevistarse con el president en el exilio, Carles Puigdemont, supone, en la práctica, la normalización absoluta de relaciones de la gran patronal catalana con quien ocupó la presidencia de la Generalitat entre enero de 2016 y octubre de 2017 y ahora se presenta como candidato en las elecciones catalanas del 12 de mayo. Seguramente, no hay mejor manera de desbaratar cualquier crítica a una candidatura fake de Puigdemont a la presidencia de la Generalitat que el desplazamiento a Perpinyà del presidente de Foment del Treball acompañado del secretario general y de sus seis vicepresidentes. Sánchez Llibre, que ya se había reunido en Bruselas con el president en el exilio, normaliza así públicamente las relaciones de la patronal con el líder de Junts después de años de un perfil mucho más discreto.
En una campaña electoral en que todos los detalles cuentan, la recuperación de la normalidad institucional entre el partido independentista —con siete importantes y decisivos votos en el Congreso de los Diputados— y la patronal es normal que sea noticia. No hace tanto tiempo que muchos empresarios catalanes de postín se ponían de perfil al hablar de Puigdemont y es evidente que la cuña de Foment propiciará un corredor para que otros también viajen en las próximas semanas. El hecho de que la reunión entre las dos delegaciones haya versado sobre propuestas fiscales y modificación del marco impositivo —la patronal defiende la eliminación del impuesto de patrimonio, la rebaja de los tipos marginales del IRPF en Catalunya y reducir el del impuesto de sucesiones y donaciones, un paquete a veces chirriante en Junts—, así como el incumplimiento de las inversiones del Estado en Catalunya, permitió orillar otras discrepancias.
La visita de la cúpula de Foment a Puigdemont supone la normalización absoluta de relaciones entre la patronal catalana y el president en el exilio
La reunión se celebró casualmente —o no— el día que Pimec, la otra patronal catalana, celebraba el primer debate entre los principales candidatos del 12 de mayo. El debate permitió ver un duro cara a cara entre el president Pere Aragonès y el representante de Junts, Josep Rull. El candidato de Esquerra le reprochó la ausencia de Puigdemont en el debate y que no hubiera participado telemáticamente. Rull se revolvió recriminándole poca sensibilidad ante la situación de exiliado del president. Se visualizó así algo que hace días que es evidente: las ganas de Esquerra de buscar el cuerpo a cuerpo con Puigdemont y la crítica por su ausencia de los debates múltiples de los que estará ausente. Tampoco ha aceptado Puigdemont un cara a cara con Aragonès, replicando que el único que está dispuesto a celebrar es con Pedro Sánchez.
Lo cierto es que la proliferación de debates en que los candidatos se irán encontrando un día sí y otro también acaba teniendo un interés entre moderado y nulo. Solo los errores que un candidato puede cometer les dan un poco de vidilla, ya que el formato estricto y tantos participantes hacen que sean más una suma de monólogos que un debate propiamente dicho. También es verdad que, tal como están planteados, rebajan muchos los riesgos y acaban perfilando una campaña bastante plana de la que surgen titulares poco atractivos. Habrá que ver si la práctica de irse encontrando en foros diferentes sirve para que el elector pueda distinguir entre las alternativas reales de cada uno. Si no, acabarán pasando sin pena ni gloria. Al menos, hasta que llegue el de TV3, que siempre es relevante en unas elecciones catalanas.