No deja de ser sorprendente ver al flamante ministro de Cultura, el barcelonés Ernest Urtasun, aplaudiendo en Cádiz en la entrega de la Medalla de Oro de las Bellas Artes a la Ganadería Miura, una de las empresas taurinas más populares de Andalucía y de España, con más de 175 años de historia. A su lado, los reyes Felipe VI y Letizia, ninguno de los dos especialmente amigos de la tauromaquia, por otra parte, igual que el ministro de los Comuns. Urtasun siempre se había identificado como antitaurino, describía las corridas de toros como una actividad "sádica y despreciable" y había firmado manifiestos en contra. ¿Qué hace entonces un político así en un acto como este?, podría preguntarse uno. Y la respuesta lógica y fácil sería que su cargo le obligaba a estar y que la decisión del premio no era suya, ya que heredaba un galardón entregado por su antecesor, el también catalán Miquel Iceta. Eso es lo que más he oído desde que se hicieron públicas las imágenes y se ha extendido una especie de manto protector entre los suyos.
Pero las cosas, en política, ni son tan fáciles ni tienen una única respuesta. En un tema como este, que afecta a sensibilidades muy extendidas en la sociedad, como la que denuncia el maltrato a los animales, hay que intentar ir más allá de una respuesta de tuit que te englobe en una nueva izquierda que, cuando está en la oposición dice una cosa y cuando es gobierno practica la contraria. La alcaldesa Ada Colau, del mismo espacio político que Urtasun, dejó una serie de ejemplos en sus años al frente de la capital catalana, como el de oponerse a la sentencia del Tribunal Constitucional que anuló la ley catalana que prohíbe las corridas de toros.
Hay una línea que separa lo que marca la representatividad y las obligaciones del cargo —ministro de Cultura— y el comportamiento de Urtasun: su actitud innecesaria de apoyo efusivo al premiado. Y Urtasun lo sabe de sobras, entre otras cosas, porque pese a su juventud, 42 años, tiene formación suficiente para ello. En su currículum aparece que aprobó las oposiciones y entró en la carrera diplomática, donde ha asumido diferentes responsabilidades en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, entre ellas, la de consejero diplomático del secretario general de la Unión para el Mediterráneo. Entre 2014 y 2023 también fue eurodiputado.
Urtasun optó por sumarse a 'la Fiesta' con toda su energía y avalar los argumentos con los que el ministro Iceta premió a la empresa Miura
El cargo de ministro te obliga a estar en el acto, siempre que por alguna u otra razón no lo rehúses, y, como ministro de jornada, no acompañes a los Reyes. El tema, repito, para mí es cómo se está. Y eso es lo que marca la diferencia. Nada te obliga a aplaudir, porque es un gesto privado, no oficial. Es donde tú marcas la diferencia y expresas en público cuáles son tus valores. Nadie se hubiera sorprendido si esa hubiera sido la actitud de Urtasun. Otra cosa es que no hubiera gustado a los presentes, un ambiente muy favorable a las corridas de toros y a la defensa de la tauromaquia. Si discrepas, si tus principios son otros, estás en la tarima de autoridades pero evitas aplaudir y sumarte a algo que dices que no son tus valores y sobre lo que has establecido una cierta doctrina. Seguramente, además, eres más creíble para los presentes si lo acabas haciendo así.
Urtasun optó por sumarse a la Fiesta con toda su energía y, en la práctica, avalar los argumentos con los que el ministro Iceta premió a la empresa taurina y que quedaron redactados así: "La ganadería Miura es probablemente la más legendaria de la historia de la tauromaquia. Especialmente destacable es la fidelidad de la casta a sus orígenes, ya que, durante toda su trayectoria casi bicentenaria, ha mantenido invariable un encaste singular, asociado a valores como la bravura, la emoción y la belleza del toro de lidia". Eso es lo que aplaudió y ese es su error. No el estar, sino el saber estar. Que hay una gran diferencia entre lo primero y lo segundo. La que hay entre el cargo que ocupas y los principios que tienes o que defiendes.