La manera como ha retirado de encima de la mesa el Gobierno los 1.700 millones de la ampliación del aeropuerto del Prat, el chantaje al Govern de lo coges o lo dejas pero aquí solo mando yo; y, finalmente, la permanente voluntad de humillación que practica este camaleón político llamado Pedro Sánchez, capaz de transfigurarse y de abandonar a ministros y aliados cada vez que necesita aparecer ante la opinión pública como un personaje diferente, debería ser la lección a aprender del nuevo capítulo del conflicto entre Catalunya y España.
Si somos capaces, por una vez, de ver el árbol y no las ramas y de alejarnos del relato mediático españolista que presentará a los gobernantes catalanes como unos cafres que han perdido una inversión multimillonaria, llegaremos a una única conclusión: el Gobierno y AENA querían planificar y decidir una ampliación más que discutible para el aeropuerto, en un momento de gran revolución del sector aeronáutico que afectará también en el futuro a las dimensiones de la pista de despegue y aterrizaje, como si el Govern fuera su delegación en Catalunya. Madrid decide y Catalunya obedece.
No debe haber otra manera de evidenciar una total falta de respeto hacia lo que supone la España de las autonomías que este ejercicio autoritario y obsceno que ha practicado Pedro Sánchez con el Govern. ¡Es que el president de la Generalitat, al que consideras tu aliado y cuyo grupo parlamentario te apoya en el Congreso de los Diputados se enteró al mismo tiempo que los periódicos! ¡Una decisión trascendental para Catalunya zanjada tras un pronto y por tu incapacidad de sentarte a negociar! ¿Cómo se puede confiar en una negociación sobre el conflicto entre España y Catalunya con quien no ha sido capaz de llegar a acuerdos sobre un aeropuerto?
Dicho esto, podemos cerrar el foco y mirar la anécdota sobre esa u otra declaración, sobre los cambios de discurso y también de estrategia. Incluso sobre el miedo a una manifestación contra el Govern por el aeropuerto. Pero todo eso, al final, son las ramas del árbol. Como también es irrelevante que los comunes estuvieran en contra en Catalunya mientras su silencio era clamoroso en el Consejo de Ministros. Hoy se pondrán medallas pero quien sigue de cerca esta cuestión sabe que no han contado en la decisión del Gobierno y de los socialistas.
Esto es un pulso de Pedro Sánchez para arrinconar al independentismo y presentarlo —como remató Salvador Illa tras el anuncio que hizo en Barcelona la ministra de Transportes, Raquel Sánchez— como un bloque político que, desde el Govern, solo trabaja para que Catalunya pierda todas las oportunidades. Por cierto, durante unos días, al menos, que nadie desde el independentismo hable de la mesa de diálogo porque sonará a broma. O a algo mucho peor.