La decisión del govern de Pere Aragonès de incorporar con mando en plaza a Pere Macias a las negociaciones para el traspaso de Rodalies a la Generalitat y nombrarle comisionado —con lo que se encargará de liderar con el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, la transferencia a Catalunya— es un camino acertado para tratar de llegar a buen fin. Macias atesora a sus espaldas experiencia suficiente en el área de las infraestructuras y ya ocupó, entre los años 1997 y 2001, la conselleria de Política Territorial. Con 67 años, ha desempeñado casi todos los cargos políticos a los que podía aspirar, desde la alcaldía de Olot y el ya citado de conseller a los de diputado y senador durante más de diez años.
Macias es una rara avis en el mundo de la política catalana, ya que su formación de ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y su visión siempre más profesional que partidista le permitió ocupar todos los cargos posibles cuando militaba en Convergència Democràtica, y después, con la desaparición del partido, mantuvo su condición de independiente. Con esta vitola de estar de vuelta de casi todo, la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau le encargó en 2016 la dirección estratégica del proyecto de conexión de los dos tranvías por la Diagonal. Desde 2018, era coordinador de Rodalies en Catalunya, designado, en este caso, por un gobierno socialista. El ciclo se completa ahora con el nombramiento de un gobierno de ERC.
Trabajo no le va a faltar a Macias. Hasta este jueves por la tarde, estaba prevista la primera protesta este viernes de la huelga convocada por los comités de empresa de Renfe y Adif contra el traspaso de Rodalies a Catalunya y que se ha desconvocado en el último momento. Era a todas luces una huelga política: no podía ser tildada de otra manera la protesta de los trabajadores, ya que se les preservaba su puesto de trabajo y el traspaso es hoy por hoy un acuerdo político entre el PSOE y Esquerra para facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Estamos, por tanto, no solo muy lejos del final, sino lejos del principio.
Hay una especie de catalanofobia de fondo que siempre surge cuando se trata de realizar una transferencia a la Generalitat
En medio de la fuerte oposición de diferentes estamentos políticos, judiciales, mediáticos y económicos posicionándose en contra de la ley de amnistía y, en definitiva, a una situación de normalidad de la nueva legislatura española para generar la mayor inestabilidad posible, el movimiento de los comités de empresa de Adif y Renfe estaba en la misma longitud de onda. Que era una huelga extraña en su convocatoria lo demostraba el hecho de que no hay en juego ninguno de sus derechos por más mentiras que intentaban propagar. Hay una especie de catalanofobia de fondo que siempre surge cuando se trata de realizar una transferencia a la Generalitat y que no es más que un reflejo de cómo han evolucionado las cosas en España en estas últimas décadas. Con esta actitud no se hubiera podido hacer ninguna transferencia a partir de 1978, que fue cuando se empezó a dotar de contenido -más que de recursos económicos- la autonomía catalana.
Pere Macias ya puede, por tanto, remangarse. Necesitará bastante más que complicidades políticas y su habitual mano izquierda para llegar a buen puerto. O, mejor dicho, a una buena estación.