¿Podrá soportar Barcelona la imagen de ciudad insegura que se está extendiendo como la pólvora más allá de nuestras fronteras? ¿Dónde están los que con tanto entusiasmo validaron la continuidad de Ada Colau al frente del Ayuntamiento, sin respetar la victoria de Ernest Maragall, ahora que Barcelona se desliza más por las páginas de sucesos que por las de economía? Las noticias de la capital catalana de los últimos días empiezan a ser sobre todo un preocupante parte policial. En las últimas 48 horas, una menor ha sido violada en el Puerto Olímpico y una joven turista belga también en una playa de Barcelona; un hombre mayor ha sufrido un ataque al corazón cuando un desconocido le intentaba robar un reloj; un menor ha apuñalado a un vigilante que quería impedir un robo en el centro y niños de entre 12 y 14 años han aparecido durmiendo en las calles colindantes con el centro urbano.
En los últimos cuatro días, la familia real de Qatar ha visto cómo la caja fuerte de su hotel de lujo era reventada; un influencer de Instagram, Izhan-go era violentamente apaleado en el Gòtic y una alto cargo del gobierno de Corea del Sur, Hyewol Kim, fallecía después de ser asaltada violentamente en Diagonal Mar y sufrir un traumatismo craneal. Todo eso ha sucedido en los últimos días. Es obvio que en el mes y una semana transcurrido desde las elecciones municipales no se puede solventar un problema que no ha hecho más que crecer y crecer en los últimos tiempos. Pero algo sí que se podía hacer y no se ha hecho. El problema no es tan antiguo ya que la percepción de inseguridad se disparó a partir de 2015, con la llegada del equipo de Colau, y los cuatro años de un gobierno débil, incapaz de trenzar alianzas y que, a la práctica, ha invisibilizado la Guardia Urbana. ¿Sigue existiendo el cuerpo?
La política son prioridades y la seguridad no puede ser una bandera de la derecha. Son los sectores más desfavorecidos de la ciudad los que primero la padecen junto a los que necesitan estabilidad y buena imagen de Barcelona, ya que se mueven alrededor del sector del turismo o de la economía. Hoy están alarmados ante la parálisis en la gestión municipal del problema. Ninguna declaración, ninguna iniciativa, ninguna decisión. Ninguna acción política. Cuando se incorpore el PSC al equipo de gobierno quizás las cosas cambiarán. Veremos. Pero por ahora, lo único que se observa es una larga siesta en el principal problema que tiene Barcelona. Lejos de abordarse a fondo, se practica la política de la dispersión de responsabilidades. Una táctica que es tan vieja como poco creíble. Cuando se aborde, quizás será demasiado tarde.