El previsible acuerdo entre PSOE y Podemos para la investidura de Pedro Sánchez, una vez Pablo Iglesias ha dado un paso al lado, la encarrila pero no la resuelve del todo matematicamente hablando. Le faltan votos independentistas, aquellos de los que Sánchez no quería depender para no volverse a encontrar a las primeras de cambio con críticas ya conocidas de hace muy pocos meses: que si era un gobierno Frankenstein —expresión acuñada por el fallecido Rubalcaba— y un gobierno rehén de los que quieren romper España.

Pero esos votos que le son imprescindibles, aunque sea optando por la abstención bien de los diputados de Esquerra bien de los de Junts per Catalunya, no son seguros aún al 100%. Las dos formaciones tienen una inclinación a facilitar el gobierno PSOE-Podemos pero también el temor a incomodar a su electorado más independentista y a no convencerle del paso dado. Desde la prisión de Lledoners los mensajes son de abstención y desde el exilio, en parte, también, pero en Barcelona y en las territoriales las opiniones son mucho más variadas. Sin el acuerdo entre socialistas y morados la cosa era más fácil, pero si el tren no vuelve a descarrilar hará falta que algún voto independentista salga del 'no', sino la aritmética no cuadrará.

Desde que Iglesias movió el tablero el viernes por la tarde, el independentismo escudriña su mejor decisión con los teléfonos inusualmente ocupados en un fin de semana de finales de julio. ¿Qué hacer cuando, además, en unas nuevas elecciones españolas en noviembre el PSC tiene el viento a favor, los presos ya tendrán una condena firme —Junqueras, Sànchez, Rull y Turull no podrán volver a encabezar las listas— y el efecto de una dura condena electoralmente hablando no se conoce? Son preguntas que se formulan antes de añadir en la ecuación la inquietud por una respuesta crítica de la ANC —como la que vivió JxCAT con la Diputación de Barcelona— y el horizonte de la próxima Diada.

Pero sigue valiendo la reflexión de Rufián de hace unos días, no muy diferente en amplios sectores del espacio político liderado por Puigdemont, de que si hacen los deberes PSOE y Podemos, por nosotros no quedará. Y los están haciendo —los socialistas aparentemente atrapados en su propia estrategia— a marchas forzadas.