La divulgación, por parte del diario ABC, de una conversación entre la ministra Irene Montero y una periodista de ETB, previa a una entrevista de la cadena autonómica vasca, en la que la titular de Igualdad y dirigente de Podemos hablaba, el día siguiente de la manifestación del 8-M en Madrid, del coronavirus y la influencia que había tenido en la asistencia y también del riesgo de contagio al darse la mano o un beso, la ha puesto en un brete. La derecha, en el concepto más amplio del término -no solo política y mediática- cree haber encontrado un filón en la persecución judicial que intenta sentar en el banco de los acusados al mayor número posible de miembros del Gobierno por su actuación durante la pandemia.
El hecho de que se haya divulgado un off the record debería preocuparnos fundamentalmente a los periodistas más allá de la ideología que cada uno de nosotros podamos tener. En este oficio quedan -o quedaban- pocas cosas sagradas y una de las que había conseguido salir hasta la fecha indemne era la conversación privada que mantienen dos personas y que en ocasiones se graba previamente a la entrevista, bien porque se están haciendo pruebas técnicas o por cualquier otra circunstancia. El hecho de considerar un engaño la política de Podemos en el Gobierno y ser muy crítico con su capacidad acomodaticia a las poltronas conseguidas, no me impide salir en contra del atropello que se está cometiendo contra Irene Montero.
Quizás la parte más negativa del proceso independentista en Catalunya es que obligó a muchos a escoger trinchera, aunque fuera a regañadientes. Pero entre defender la libertad o la represión, la elección acabó no siendo tan difícil pese a que para la prensa siempre acaba siendo un trance complejo. Abierta en canal la utilización por parte de la política de cualquier medio para ir contra el adversario, ya convertido en enemigo, era obvio que solo era cuestión de tiempo extrapolar el patrón. La ministra Montero es una víctima de ello por más que haya intereses mezquinos en querer convertir lo que es una violación de sus derechos en una metedura de pata.
Posdata: Dicho esto, tampoco entiendo cómo el PP pide la intervención de la Fiscalía y que el partido de Casado reclame, junto a Ciudadanos, que Montero explique sus palabras y que dimita. Sus palabras, más allá de haber sido obtenidas violando un off the record, tampoco son de dimisión.