El PSC ha anunciado que abandonará el hemiciclo del Parlament el próximo miércoles cuando se voten las llamadas leyes de desconexión, la ley del Referèndum y la de Transitorietat Jurídica i Fundacional de la República, como señal de protesta, ya que no quiere participar en una votación que liquida el Estatut d'Autonomia y la Constitución. Antes lo habían anunciado el Partido Popular de Xavier García Albiol de manera oficial y, de una manera no tan concreta, la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. En total, al menos 52 parlamentarios no harán uso de su derecho de votación como protesta (legítima) o como rabieta (discutible) en la cuestión más fundamental de la legislatura. Lo cierto es que en las actas de la sesión su ausencia no computará como voto emitido y sus votantes tendrán a cambio la imagen de una parte del hemiciclo vacío, imagen que, por otro lado, no es excepcional en la Cámara catalana. No dejará de ser llamativo que después de tanto follón durante estos años los votos contrarios en el Parlament se cuenten, en todo caso, por unidades y no por decenas.
El parlamentarismo tiene estas cosas: está lleno de triquiñuelas para que los diputados puedan hacer regates en corto. Las mayorías para acercar el reglamento hacia posiciones que le sean más cómodas y la oposición , que no suele llevarse el gato al agua, conserva el derecho a marcar con fuerza sus diferencias, espectáculo incluido. Al menos recuerdo una votación importante en que PP y Ciudadanos ya hicieron lo mismo: fue en octubre del 2013, cuando abandonaron el hemiciclo en una votación sobre el franquismo tras una trifulca con la entonces presidenta de la Cámara Núria de Gispert. La moción de ICV condenaba "de manera solemne toda declaración o actividad que comporte cualquier clase de enaltecimiento, trivialización, exculpación o negación del nazismo, franquismo y el resto de regímenes fascistas". PP y Ciudadanos también se fueron y solo quedó en la sala un diputado popular, miembro de la Mesa, por más señas, que votó en contra.
Más recientemente, los tres grupos políticos se han ausentado de la comisión de la Operación Catalunya y de sus conclusiones. Una comisión parlamentaria, por cierto, que ha dejado meridianamente clara la participación de las cloacas del Estado en la desestabilización política de Catalunya y del gobierno español en la persecución de las formaciones independentistas. Un buen trabajo de hemeroteca encontraría bastantes más ejemplos, pero quizás estos son suficientes para poner de relieve primero el obstruccionismo de la oposición en muchos de los debates que tienen que ver con los temas que han marcado la agenda política en Catalunya (los que ha impulsado el Govern, ciertamente) y la estrategia permanente de bloqueo a iniciativas de Junts pel Sí y la CUP.
Dicen que el miércoles se irán del Parlament en las votaciones. Al final, será una nota a pie de página. Porque lo realmente importante no es esa ausencia puntual sino por qué se han ido de la solución preferida de los catalanes que no era otra que acordar un referéndum. Por qué se han ido los socialistas de su historia de compromiso con posiciones catalanistas, que incluso provocan un gran malestar en muchos alcaldes y cargos públicos que no acatarán la orden de la dirección. A lo mejor sí que lo fácil es irse.