En la política catalana había dos certezas desde hace varios meses: que cualquier día podía haber un incidente violento y que el agresor sería un fascista de ultraderecha y el agredido un independentista. Ya sé que puede haber personas que se escandalicen con una manifestación tan rotunda, pero en los últimos meses se han documentado cientos de acciones violentas, suficientes como para que estadísticamente se pudiera asegurar de qué lado caerían el agresor y el agredido. Por eso, cuando en la noche del martes se supo que el fotoperiodista Jordi Borràs había sido agredido por una persona que se identificó como un miembro del Cuerpo Nacional de Policía, que había gritado "¡Viva España!, ¡Viva Franco!", antes de provocarle diversas lesiones en la cara, la temida noticia lamentablemente no sorprendió. Escandalizó, eso sí, pero no extrañó.
Era la historia de una impunidad consentida a la ultraderecha, varias veces denunciada, y que ha tenido en los últimos tiempos una presencia violenta en la calle. Lejos de reducirla policialmente hablando se le ha dado alas en los alrededores del 1 de octubre y, sobre todo, con la aplicación del 155. Había que estar, por ejemplo, en Catalunya Ràdio cuando se presentó una turba de fanáticos españolistas el pasado 27 de octubre y se produjeron momentos de fuerte tensión con rotura de vidrios, la imposibilidad de los trabajadores de abandonar la sede de la emisora e incluso un conato de asalto. Aquella situación se zanjó prácticamente sin castigo alguno para los atacantes. Eso sí, el ranking mundial de libertad de prensa que publica anualmente la ONG Reporteros Sin Fronteras hizo retroceder a España a la posición 31, por detrás de Sudáfrica o Cabo Verde.
Borràs es un fotoperiodista encomiable y es todo un especialista en el mundo ultra y sus ramificaciones en Catalunya. Su fondo documental es enormemente valioso a la hora de identificar a los activistas más violentos en las manifestaciones, concentraciones o reuniones que celebran. El president Quim Torra escogió el libro de Borràs Dies que duraran anys como obsequio al rey de España en la inauguración de los Juegos Mediterráneos que se celebraron recientemente en Tarragona; la obra es una compilación muy documentada de la violencia policial del 1 de octubre. En su dedicatoria a Felipe VI, Borràs escribía: “No hay estirpe, ni ley, ni patria, que justifique heridos, presos políticos y exiliados. No hay estirpe, ni ley, ni patria que puedan detener el anhelo de libertad del pueblo catalán”.
Los Mossos d'Esquadra, como policía integral de Catalunya, tienen la obligación de sacar de las calles del país la violencia ultra que ha campado a sus anchas durante estos meses. En Barcelona, la guardia urbana y la alcaldesa de la capital han de hacer lo propio. Ha sucedido una vez y en esta confusión que hay en Catalunya entre la política partidista y los derechos civiles hay partidos que han guardado un vergonzoso silencio. Ahora, el objetivo policial es que no vuelva a haber un nuevo caso.