De entre las muchas maneras que podía acabar su vida pública Juan Carlos I ha escogido la peor para su biografía y la que comporta más deshonor para la historia de la familia real: el exilio. Abandonar su país. Por otra parte, nada extraño ya que nació en Roma y vivió en Estoril antes de aterrizar en Madrid de la mano del general Franco, para ser designado más tarde príncipe y sucesor a título de Rey y asumir la jefatura del Estado y la corona en 1975. 

En este puzle de personas y, sobre todo, de instituciones salpicadas por la huída del emérito acosado por casos de corrupción -¿por cierto: ¿para cuándo su renuncia al título?- figura el Gobierno español que no solo se ha puesto de perfil aceptando los hechos consumados en un tórrido primer lunes de agosto para aminorar el impacto mediático sino que ha participado durante varias semanas a través de la vicepresidenta Carmen Calvo en la planificación de la fuga.

Que eso haya sucedido con un gobierno en que se sientan ministros de Podemos e incluso Pablo Iglesias ocupa la vicepresidencia produce cuando menos un cierto sonrojo, más allá de todas las contorsiones que sus dirigentes políticos llevan 24 horas realizando. Porque la cosa es muy sencilla: si no lo sabían, realmente es que pintan mucho menos de lo que parece en el Ejecutivo y si eran conocedores de la fuga real -cosa que niegan- el espectáculo que están dando se corresponde con el noviazgo entre el PSOE y Ciudadanos.

Pero más allá de la huída al extranjero del emérito señalando en una carta a su hijo que "siempre ha querido lo mejor para España", más allá del agradecimiento de Felipe VI remarcando el legado y obra de su padre "de servicio a España y a la democracia", y más allá del manto protector del Gobierno, está el papel que puedan adoptar desde la justicia o la fiscalía a las Cortes españolas. Porque la Cámara de la soberanía popular algo tendrá que decir de esta nueva huída de un monarca o ex monarca español que amenaza los cimientos de la institución monárquica y que corre el riesgo de convertirse, gracias al inmenso poder del deep state, mucho más en un reality que en un tema de Estado. ¿Verdad?