En menos de una semana, el independentismo ha ofrecido dos ejemplos de la hipermovilización de sus simpatizantes. El pasado sábado, en la gran manifestación que discurrió por las calles de Barcelona y este jueves en la jornada de huelga general en toda Catalunya y de la que, como balance, cabe decir que es la más importante de la última década, solo superada por la aturada de país, que se celebró 48 horas después del referéndum del 1 de octubre. Decenas de miles de personas salieron en las capitales de toda Catalunya, donde se realizaron marchas históricas como la de Girona, con unas 70.000 personas según la Guardia Urbana. En cualquier caso, la jornada de huelga general tuvo un seguimiento desigual, con incidencia importante en universidades, centros educativos y servicios públicos y menor en establecimientos de ciudades importantes.
En este caso, la jornada reivindicativa no debe ser leída únicamente por el número de gente que se manifestó sino por la repercusión que acabó teniendo en la vida cotidiana de las personas: desde su movilidad a su normalidad en la vida diaria. En este aspecto, la huelga estuvo muy presente durante todo el día y se consiguió enviar el mensaje, igual que el pasado sábado, de que la ola de indignación con el juicio del procés que se celebra en el Tribunal Supremo es muy alta entre la sociedad catalana. Una irritación que no afecta solo al mundo independentista, sino que se amplía a todos aquellos que vivieron con estupor la represión policial del 1-O, la destitución del Govern y el ingreso en prisión y el exilio de la mayoría de sus miembros, de la presidenta del Parlament y de los líderes de las principales entidades soberanistas de Catalunya.
Todo, tras la aplicación de un 155 que, en el fondo, no era otra cosa que la supresión del autogobierno. Encuentro que, en la vorágine de las noticias de cada día, se ha dado poca importancia a una de las frases publicadas en el libro de Pedro Sánchez, Manual de Resistencia, y que ha tenido como escribiente a Irene Lozano, la rampante directora de España Global, la herramienta del gobierno socialista para contrarrestar el discurso independentista en el mundo. Dice Sánchez que "el 155 fue como un bálsamo para la sociedad catalana". Solo desde el cinismo o desde el desconocimiento se puede escribir tamaña barbaridad cuando las consecuencias han sido terribles con carácter general y dramáticas, injustas y dolorosas para muchos líderes políticos y sociales catalanes en concreto.
Sobre todos ellos recaen peticiones de pena de más de doscientos años además de estar condenados a una prisión provisional injusta. Lo estamos viendo día a día en el juicio en el Tribunal Supremo, donde las acusaciones de rebelión que forman parte de la arquitectura de la instrucción ni se están probando ni parecen ser del interés de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado. Este jueves, la imponente declaración de Jordi Sànchez no ha hecho más que dejar en evidencia a un muy buen fiscal, Javier Zaragoza, que lo máximo que logró probar es que ante la Conselleria d'Economia el 20 de septiembre de 2017 se produjeron algunos daños y disturbios. Poca cosa, muy poca cosa, para 500 días de prisión provisional hasta ahora y varias denegaciones de libertad provisional. Se ha hecho demasiado ruido para las pocas nueces que había.