Aunque los felinos más conocidos del mundo son los leones, los tigres, los leopardos, los pumas o los jaguares, ninguno de ellos puede ser considerado el más depredador del planeta. Esta posición le corresponde al gato de patas negras, un pequeño gato africano que no mide más de 50 centímetros de largo, tiene una altura no superior a los 20 cm. y su peso no sobrepasa los 3 kg. Según PBS Nature, el gato patinegro derriba más presas en una noche que un leopardo en seis meses y su tasa de éxito lo sitúa como el felino más letal de la tierra. Tiene tres métodos de caza: la velocidad a la que corre desemboca en una gran confusión a su alrededor y de ello se aprovecha para con su colmillo devorar a sus víctimas; en segundo lugar, la táctica de la emboscada tan común en los leopardos; finalmente, la paciencia, una virtud que les permite esperar el momento más oportuno para acabar con su presa. Un vídeo de la cadena estadounidense PBS emitido hace unos meses permite ver como actúa el gato de patas negras, su destreza, su eficiencia, cómo está constantemente al acecho. En definitiva, como se lanza prudentemente sobre su presa hasta acabar con ella.
Viendo estos días el juicio del procés que se celebra en el Tribunal Supremo, cada vez que interviene el abogado Javier Melero me siento tranquilamente, en mi despacho, y espero a ver cómo destroza a sus víctimas como el gato patinegro. No es un leopardo, ni un tigre, ni un jaguar, ni un león, pero en un momento u otro, con formas suaves y casi sin que el interrogado se entere acaba destrozándole y arruinando su declaración. También su posición y sus contradicciones. De las últimas que hemos visto en el Tribunal Supremo, ha hecho literalmente picadillo primero a la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría que, como es sabido, no es presa fácil por su formación de abogada del Estado; y luego, al exministro Juan Ignacio Zoido, aunque en este caso lo extraño es que fuera nombrado ministro, ni que sea en un gobierno de Mariano Rajoy donde el listón estaba al final realmente bajo.
¿Cómo llegó a ministro del Interior una persona que reconoce en sede judicial que no se había leído las resoluciones judiciales previas al 1 de octubre, que todo se lo habían contado o lo había sabido por los medios de comunicación, que no tenía ni idea de los operativos policiales, ni de quién los había ordenado, que no sabía que había armas largas en los coches de la Guardia Civil frente a la Conselleria d'Economia en las manifestaciones de septiembre de 2017? Se se piden cientos de años de prisión para los acusados y están en prisión provisional algunos de los presos políticos desde hace 500 días. Pero como si oyera llover; no sabe nada. Ni él, ni Rajoy, ni Soraya, de la mayor crisis institucional que ha tenido España en las últimas décadas. La incompetencia no debe estar muy alejada de todo esto. La negligencia, tampoco.