Oriol Junqueras vuelve a ser el presidente de Esquerra Republicana. Esa es, quizás, la única buena noticia para el político de Sant Vicenç dels Horts, que ha logrado el 52,2% de los votos en la segunda vuelta de las primarias, una cifra que evidencia la fractura de la organización después de siete interminables meses de luchas fratricidas. Su rival, Xavier Godàs, ha obtenido un 42,2%, un apoyo que, en la práctica, supone una enmienda a la totalidad de todos aquellos que han ocupado el puesto de mando estos últimos tiempos. Tanto en el Govern —Pere Aragonès, Laura Vilagrà, Sergi Sabrià y un largo etcétera—, como en el partido —Marta Rovira, Marta Vilalta, Ernest Maragall, Carme Forcadell, por citar algunos nombres— y el Parlament —Josep Maria Jové, Raquel Sans, entre otros.

El resultado de Junqueras es embarazoso de gestionar, ya que puede dificultarle enormemente la dirección del partido y tendrá que oír demasiadas veces que su victoria solo ha sido por el 52% de los votos. Parece difícil que el retornado presidente del partido tenga pista libre para desplegar una acción política en Esquerra sin zancadillas. Los dirigentes que figuraban agazapados detrás de la candidatura de Godàs han recibido un serio correctivo pese a que en estos meses han ido al límite a la hora de tratar de impedir el retorno de Junqueras. El tándem Aragonès-Rovira sale derrotado y sin lograr su objetivo fundamental, que no era otro que Junqueras se fuera de la dirección de Esquerra con ellos y abandonara también la primera línea política.

El tándem Aragonès-Rovira sale derrotado y sin lograr su objetivo fundamental, que no era otro que Junqueras se fuera de la dirección de Esquerra con ellos

El ya presidente del partido tiene por delante cinco retos: qué tipo de alianzas políticas establece en Catalunya después de que Marta Rovira impulsara el pacto para hacer a Salvador Illa president. En segundo lugar, cómo gestiona sus siete diputados en Madrid en un momento en que la legislatura española amenaza con colapsar ante los incumplimientos de Pedro Sánchez. En tercer lugar, cómo aborda la dirección del grupo parlamentario y si hace cambios, ya que sus liderazgos han estado en la candidatura perdedora. En cuarto lugar, decidir si se entra en el Ayuntamiento de Barcelona después de muchos meses amagando con la decisión. Ahora ya no hay excusas y ERC deberá zanjar el debate sobre la incorporación al equipo de la ciudad que lidera el alcalde Jaume Collboni.

Y, finalmente, la gestión de la organización, con un partido fracturado y en el que Junqueras deberá escoger un camino: acuerdos con los perdedores o caminar en solitario. La primera fórmula puede ser pan para hoy y hambre para mañana, pero la segunda es un camino de espinas con zonas del territorio controladas por el aparato del partido que ahora se va. En la respuesta que dé a estos cinco retos estará, en buena medida, la reconexión con el electorado, que ahora se encuentra muy distante del partido y también muy decepcionado. Los resultados de las elecciones catalanas del pasado mes de mayo son un ejemplo palmario de todo lo que se hizo mal y que, en buena medida, no solo no se ha corregido, sino que se ha deteriorado aún más.