Aunque la conferencia de prensa de Oriol Junqueras desde la prisión de Soto del Real duró unos cien minutos, no hizo falta tanto tiempo para descubrir que el líder de Esquerra estaba protagonizando, con su habilidad característica, el gran mitin electoral del partido republicano en esta campaña electoral. Un Junqueras firme y empático, que utilizaba los múltiples resortes dialécticos que tiene y que le convierten en un orador casi único, transformó la pequeña celda de Soto del Real en el gran plató de televisión o en el Palau Sant Jordi.
Dos ideas fuerza envolvieron su intervención: la disposición de su partido, llegado el caso, a votar a Pedro Sánchez, ya que cualquier demócrata europeo tiene la obligación de impedir un gobierno de extrema derecha, y su convicción de que el referéndum acordado con el Estado es inevitable y el mejor camino es el diálogo. Teniendo en cuenta que la gran mayoría de las encuestas publicadas le dan la victoria electoral en Catalunya y una horquilla de entre 12 y 15 escaños, su posicionamiento político es de enorme importancia. Un gobierno en España después del 28-A puede depender de ERC o quién sabe incluso si de Junts per Catalunya, teniendo en cuenta lo apretado del resultado según las diferentes muestras de las casas de sondeos.
Que Junqueras no debería estar en prisión es una obviedad, igual que el resto de presos políticos catalanes. Los miembros del gobierno en el exilio también deberían volver a casa. La política tendrá algo que decir de todo ello en la próxima legislatura española. La complejidad de los pactos políticos lo puede hacer inevitable, pero para ello se han de dar varias premisas, que se acaban reduciendo a dos: que los tres partidos de las derechas no sumen, pero que tampoco sumen los diputados de PSOE y Ciudadanos. Esta última ecuación acabaría siendo enormemente peligrosa para el autogobierno y una solución al contencioso entre España y Catalunya.
Los partidos independentistas han de reforzar este frente si no quieren quedar atrapados en la presión del voto útil que inevitablemente se acabará produciendo en la recta final de la campaña electoral con un PSOE con todo a su favor si no comete grandes errores. Quién sabe si Junqueras con su apoyo a impedir un gobierno de extrema derecha le ha colocado a Sánchez algo más que una piel de plátano en el ecuador de la campaña.