La renuncia de Carles Puigdemont a seguir presidiendo Junts per Catalunya después del congreso que celebrará el partido el próximo 4 de junio es un verdadero reto para la organización, ya que pierde su principal referente político. Puigdemont lo ha anunciado este martes señalando que era el momento de que el partido tuviera una nueva presidencia, que participe permanentemente en las reuniones ejecutivas y que se implique a fondo en las decisiones políticas que se tengan que adoptar. Se une a la renuncia también explicitada hace unas semanas de Jordi Sànchez a optar a la reelección como secretario general. La sensación de vértigo que seguramente se habrá instalado en la organización tras el anuncio de Puigdemont es, en parte, normal. Su liderazgo en Junts, lo ejerciera o no, llenaba todas las facetas de la organización y, ahora, quedará como referente moral, que es mucho, pero no lo es todo. Además, su implicación en el Consell per la República, que sí que será total, llevará a remarcar en el futuro un papel diferente en su actividad política, al que unirá el de eurodiputado y, obviamente, el de ser el president de la Generalitat en el exilio.
En las próximas semanas y días, Junts deberá demostrar si tiene la madurez que se espera en un partido político y no convertir el próximo congreso en un espectáculo en el que prevalezcan los cuchillos sobre los acuerdos. Es una organización demasiado joven y frágil como para dejarse arrastrar en una batalla de egos que solo tendría como resultado ver mermado su espacio electoral ya de por sí menguado en los últimos procesos electorales. Porque en las últimas elecciones catalanas, por ejemplo, las del 14 de febrero de 2021, su resultado fue muy pobre, quedando en tercer lugar tras el PSC y Esquerra. Es cierto que solo hubo un escaño de diferencia entre los socialistas y ERC (33) y Junts (32), pero si en las anteriores elecciones de 2017 fueron segundos, en las últimas retrocedieron una posición más y el análisis consiguiente aún no se ha realizado.
Si Junts quiere optar a ganar en un futuro unas elecciones, necesita mirarse en un espejo diferente más allá de presentarse como herederos del 1 de Octubre y defensores de la independencia de Catalunya: un partido ordenado y estructurado como el resto de las organizaciones, un proyecto ideológico que se reencuentre con las necesidades cotidianas de la sociedad catalana y no vaya siempre a rebufo de lo que defienden otras formaciones, y, también, capilaridad para tejer alianzas que no la acaben dejando, como en muchas ocasiones en los últimos tiempos, si no logra mayorías absolutas, como el patito feo a la hora de sellar acuerdos. Por eso, lo más urgente para Junts será entenderse internamente y evitar que la retirada de Puigdemont y Sànchez lleve el barco a la deriva.
Es una buena señal de que muchos en el partido lo ven así, el hecho de que a las pocas horas de la renuncia de Puigdemont un grupo de dirigentes del partido se hayan pronunciado a favor de una candidatura de unidad con Laura Borràs en la presidencia y Jordi Turull en la secretaría general. Lo avalan, por ahora, una síntesis muy importante y completa de lo que es la organización empezando por un numeroso grupo de consellers de la Generalitat de Junts ―todos, menos Puigneró y Geis―, una veintena de diputados al Parlament, parlamentarios en las Cortes, alcaldes y responsables territoriales y de las sectoriales del partido. Entre las ausencias destacan las de Artadi, Rius y el núcleo más cercano a Borràs. Veremos en las próximas horas y días qué movimientos hacen Turull y Borràs y si realmente la unidad, que siempre es más fácil predicar que realizar, se abre camino.
En principio, la experiencia como veterano hombre de partido da a Turull todo el sentido a que aspire a la secretaría general, y en esta coordenada se ha movido desde que abandonó la prisión de Lledoners el pasado 23 de junio, recorriendo casi a diario el territorio y reuniéndose con militantes. El hecho de que su ingreso en prisión se produjera a instancias del juez Pablo Llarena mientras se estaba produciendo su sesión de investidura a la presidencia de la Generalitat le situó entre los dirigentes de Junts con un mayor aprecio de la militancia. Todo apunta a que Turull dará el paso para optar a la secretaría general en breve. El caso de Borràs presenta más incógnitas, aunque por su proceso judicial en marcha ―que aún no tiene fecha de juicio― y la posición que tiene que afrontar siempre en su condición de presidenta del Parlament sería el cargo que más fácilmente podría explicar.