Y sonó L'Estaca, en la explanada de Montjuïc. Y la cantó Lluís Llach, hoy retirado de los escenarios pero un actor imprescindible para entender qué está pasando hoy en Catalunya. Cogió su guitarra el cantautor de Verges y, por un instante, el tiempo parecía haberse detenido muchos años atrás. Tantos que en las conversaciones de mucha gente el diálogo más común versa sobre policías y guardia civiles que tienen órdenes de impedir que se vote el domingo. Y se habla de jueces, de fiscales y de detenciones. Y la performance política en Montjuïc reunía en el escenario desde democristianos a la izquierda anticapitalista. En una armonía difícil pero detrás de una pancarta unitaria: referéndum y democracia. Y los adversarios eran aliados. Y el "segur que tomba, tomba, tomba i ens podrem alliberar" era festivo, pero sobre todo era político. Y se cerraba así una campaña electoral atípica prohibida por los tribunales pero que ha celebrado más de mil actos por toda Catalunya en quince días.
Pues claro que ha habido campaña y claro que el referéndum se ha abierto paso, entre acusaciones de sediciones, golpe de estado y otras lindezas. Todo esto ha pasado este viernes: celebró un acto electoral Ciudadanos, con la jefa de la oposición Inés Arrimadas en l'Hospitalet de Llobregat; cerró el espacio aéreo catalán Aviación Civil, no fuera el caso que se difundieran al mundo imágenes de una Catalunya que quiere muy masivamente votar; obligó el TSJC incluso a Google a cerrar diferentes aplicaciones de móvil relacionadas con el 1-O; convocó la Delegación del Gobierno español a los cónsules acreditados en Barcelona de urgencia viendo cómo ha perdido por goleada el relato de los medios de comunicación internacional; el PP sacó a hablar a Albiol y en vez de hablar de política se acordó de su mujer y del cesto en que ella guarda la ropa sucia; Felipe VI anuló toda su agenda de la semana que viene; un total de 150 intelectuales de referencia global salieron avalando el referéndum; Méndez de Vigo amenazó desde la sala del Consejo de Ministros a los dirigentes independentistas con una cierta bajeza: se juegan su patrimonio; los tractores ocuparon durante unas horas el centro de las ciudades, como antes habían hecho los estudiantes; la cassolada sonó con fuerza en toda Catalunya, como cada día, a las 22 horas; la Agencia Española de Protección de Datos amenazó con multas de hasta 300.000 euros a los que estén en las mesas electorales. ¿Acaso es esta la actuación represiva de quien cree que el referéndum está desactivado totalmente?
Pues claro que no. El referéndum está vivo y todas las expectativas están aún abiertas. Un total de 1.900 periodistas acreditados para la jornada demuestran el interés global por el 1 de octubre y son también la garantía de que la represión del Estado tiene un límite. Y que la última palabra aún no ha sido dicha.