En una campaña electoral tan tensa y en la que se han dicho muchas frases despreciables, seguramente ninguna llega al extremo de lo declarado por Josep Borrell, azote de los independentistas desde la época en que su estrella política brillaba en la capital de España y que ahora, en esta Catalunya dual que se pretende dibujar desde Madrid, se ha convertido en icono transversal del unionismo. Borrell, Vargas Llosa y Josep Piqué son la tripleta atacante con la que se pretende intelectualmente acompañar el 155 fuera del corsé de los partidos, PSC, Cs y PP. "Antes de cerrar las heridas, hay que desinfectar. Hay que desinfectar, para empezar, los medios de comunicación", ha declarado Borrell y ni lo ha desmentido, ni siquiera matizado. Es probable, que vanidoso y soberbio como es, no lo haga nunca. No por ello es menos denunciable tanto lo que ha dicho como el hecho de que la prensa de Madrid lo haya escondido. Y si el delito de odio estuviera bien tipificado y los estamentos judiciales independientes, ya habría alguien trabajando en ello,.
Siempre ha sido José Borrell un político de verbo fácil. Buen orador en sus años en el Congreso, estaba llamado a ser candidato a la presidencia del gobierno español por el PSOE a finales de los años noventa, pero los socialistas y El País bien juntitos de la mano le apartaron de la lucha por la Moncloa con un sucio asunto de corrupción. De su época en Madrid destacan dos momentos informativos importantes en sus relaciones con Catalunya: el peinado fiscal que llevó a cabo como secretario de Estado de Hacienda a mediados de los 80 en varias ciudades catalanas y de manera muy especial en Manresa, donde aún es recordado por la actuación de los inspectores tributarios comercio a comercio, casa a casa. También como ministro de Obras Públicas entre 1991 y 1996, una etapa en que las inversiones en infraestructuras en Catalunya aún fueron más bajas de lo normal.
Se ha normalizado tanto el lenguaje que cuando Albiol habló de limpiar Badalona hace más de dos años se produjo un gran escándalo. Ahora se habla de desinfectar, de limpiar o de esterilizar y las palabras se las acaba llevando el viento. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, a la que parece ya pesarle la responsabilidad de un mal resultado del PP, ha señalado que el hecho de que los independentistas no tengan líderes y estén descabezados es por obra y gracia de Mariano Rajoy. ¿No era la justicia? ¿Y la separación de poderes? En cualquier caso, gracias por la aclaración.
Está bien que se enseñen las cartas antes del 21-D y que se sepa con antelación suficiente que, depende del resultado electoral que se produzca el jueves, se iniciará la desinfección. Estamos todos avisados.