María Soraya Sáenz de Santamaría Antón, la mujer con más poder de la política española en varios siglos, ha sufrido este sábado una derrota humillante frente a Pablo Casado en el congreso del Partido Popular celebrado en Madrid para elegir al sucesor de Mariano Rajoy. A los 47 años y después de hacer y deshacer en el Gobierno, en la justicia, en los medios de comunicación y en las empresas, los militantes del PP, a los que siempre ha dejado de lado ya que reinar sobre los afiliados carece de glamur, la han despachado sin contemplaciones. Cuarenta y cuatro días después de que dejara el Gobierno tras la moción de censura de Pedro Sánchez y desprovista del aura que otorga el poder, SSS no ha podido hacer frente a la ola de Casado, que ha sumado despechados y cadáveres políticos de todos los rincones de la geografía española, junto a la derecha que nunca soportó a Rajoy y añora a José María Aznar.
No deja de tener guasa que, para pasar página de la corrupción, los compromisarios del PP hayan elegido a Pablo Casado, denunciado en la fiscalía por la falsificación de pruebas de un máster que no realizó en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, la cual ya se vio envuelta en la falsificación que desembocó en la dimisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Casado ha resistido durante todos estos meses sin presentar prueba alguna ante la avalancha de críticas por el mastergate y ha hecho bueno el dicho de que el que resiste gana.
Su victoria abrirá un debate sobre la unificación de la derecha española, hoy dividida en dos formaciones, el PP y Ciudadanos. Aznar apuesta firmemente por ello y Casado, en principio, no le haría ascos a una situación así. En cualquier caso, vienen meses complicados para el PP, que deberá remontar su descalabro actual y su alejamiento de las clases medias españolas. Se van los abogados del Estado del cuerpo central de la política conservadora, aunque la política que llega respecto a Catalunya la ha avanzado estos meses Pablo Casado en dos frases para el recuerdo. La primera, al referirse al president Puigdemont y decir "que puede acabar como Companys"; la segunda, al recordarle al president del Parlament, Roger Torrent, que tiene dos "hijos y sabe a qué se atiene". Vamos, no parece que pinte con pincel; más bien con brocha gorda.
El marianismo ya es historia. Como lo fue el felipismo y el juancarlismo. El Estado se renueva con sus herederos naturales. La derecha dura sube un peldaño o varios. Veremos. Esto será a partir de mañana. Mientras, hoy, en Madrid, es verdad que los malos (las malas) también pierden.