Por duodécimo lunes seguido, Barcelona ha padecido una alteración grave del servicio de metro. Durante seis horas, en tramos alternos de dos horas, el metro de la capital catalana padeció enormes restricciones y solo funcionaron los servicios mínimos. Barcelona lleva tres meses así en medio de un conflicto que no se sabe cuándo acabará pero que pone al descubierto que entre el discurso y la gestión sigue habiendo una distancia importante y que el equipo del gobierno municipal tiene enormes dificultades para solucionar los problemas diarios de los ciudadanos. Las imágenes de la jornada de huelga no son muy diferentes a las de los lunes anteriores, en este caso reforzadas por los problemas en Rodalies que vinieron a sumarse a una tarde más complicada de lo normal en el transporte público. Tampoco el enfado de los usuarios que se limitan a hacer patente su malestar en medio de enormes dificultades para hacerse oír. Dándose la paradoja que a medida que pasan las semanas, lejos de recibir una mayor atención mediática por la protesta, el interés disminuye y la cobertura de las incidencias se va reduciendo.
Tanto es así que las peticiones de dimisión de la concejal responsable de TMB no solo no han surgido ningún efecto sino que el problema sigue enquistado. Y en medio de todo ello, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, practicando con éxito evidente el alejarse el máximo posible del problema del metro. Tampoco es tan extraño ya que uno de sus éxitos como alcaldesa es evitar que los problemas que ocasiona la gestión municipal y las discrepancias importantes que tiene con actores importantes de la capital, sean agentes económicos o sociales, le salpiquen lo menos posible. Reaparecerá este martes en el palacete Albéniz para la recepción organizada con motivo de la jornada inaugural del 25 aniversario de los Juegos Olímpicos de Barcelona en el estadio de Montjuïc.
En vísperas de completarse el mes de julio, con un último lunes el día 31, es del todo exigible que el conflicto no salte al próximo mes de septiembre para cuando ya hay convocadas varias huelgas que afectarían al 11 y 24 de septiembre y a los partidos de la Champions. La paciencia de los barceloneses con la pésima gestión llevada a cabo por el ayuntamiento no puede ser entendida como un cheque en blanco hacia los responsables. Demandas laborales de los funcionarios municipales ha habido siempre y se han sabido solucionar. Nunca se había producido una situación como la actual. Y no puede ser que la incapacidad de los gestores municipales y la ausencia de una permanente presión a sus responsables para que resuelvan el conflicto acabe siendo una especie de bálsamo tranquilizador en el que los días van pasando y no se vislumbra una solución en el horizonte.