Diego Armando Maradona ha muerto como vivió: idolatrado por el mundo del fútbol, que le tenía por uno de los más grandes jugadores de la historia y que le perdonaba una vida privada sin valores, entre drogas, malos tratos y palizas. Esa exageración en todo lo que hacía no dejaba indiferente a nadie y le llevó a cometer tantos errores que todo lo que ganaba en la cancha y por lo que se hacía admirar en el terreno de juego lo dilapidaba con una rapidez inaudita, hasta quedar desprotegido en la vida real. No fue un deportista ejemplar, ni un ídolo del que la sociedad pueda sentirse satisfecha. Tampoco fue ejemplo de nada bueno fuera del terreno de juego. Pero en el campo era único, eterno e irrepetible. ¿El mejor futbolista de la historia? Para muchos lo era sin discusión alguna. Entre los mejores, seguro. Y entre los cinco mejores, también. Pero cada uno tiene su lista y, sin duda, en la mía queda por detrás de Messi y de Pelé. Seguramente, también de Cruyff. ¿Di Stéfano?, sería el último de esta clasificación apresurada.
Aunque marcó a toda una generación de futbolistas y nadie en Argentina ha alcanzado la consideración de ídolo nacional como Maradona, en el Barça no triunfó. O, al menos, no lo hizo como se esperaba cuando El Pelusa llegó en 1982, jugó unos 60 partidos en las dos temporadas que estuvo, y logró dos títulos menores como una Copa del Rey y otra de la Liga. Fue, en cambio, la ciudad que le cambió la vida, ya que empezó su relación con las drogas, lo que a la postre marcaría su rápido deterioro como deportista de élite y su rutina siempre agitada entre rehabilitaciones y recaídas que ya no le abandonarían. Esta estancia breve en el Barça ha hecho que, por ejemplo, no figure entre los jugadores más queridos o recordados por la afición. Jugaba con el número 10 en la espalda, pero el titular de ese número es, en el corazón de los culés, Lionel Messi.
Su huella sería a la postre más universal que barcelonista con la victoria del Mundial de fútbol de 1986. Un título que bien vale una biografía y que, en este caso sí, han logrado todos los grandes jugadores, pero que a Messi se le ha resistido. No fue aquí Maradona un jugador de club, ni tampoco de equipo, quizás porque no tuvo tiempo, a diferencia de Nápoles, donde estuvo ocho temporadas y que fue, detrás de Buenos Aires, su segunda ciudad. Eso hizo que su huella en el club blaugrana y su recuerdo fuera tan efímero. Aquí mandó Cruyff y Messi; también Ronaldinho y Eto'o. Pero no Maradona. En los próximos días, todo el mundo hablará de Maradona y me temo que su parte privada quedará en un segundo plano. No debería ser así, porque los deportistas son hoy en día iconos para millones de personas. Verdaderos ídolos a imitar por la juventud, que acaba venerando a quien quiere parecerse. Y Maradona fue un futbolista excepcional. Y fuera del terreno de juego se acostumbró a vivir en el infierno.