No deja de ser llamativo que el mismo día que una encuesta del CIS apunta a la desaparición de Ciudadanos, en el ciclo electoral que se inaugurará el próximo 13 de febrero con los comicios en Castilla y León, la formación naranja esté al volante de un par de las noticias que más han dado que hablar este jueves. La retirada del escaño al diputado de la CUP Pau Juvillà y el ofrecimiento de Pedro Sánchez a Inés Arrimadas para cerrar una mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados que permita sacar adelante la reforma laboral, reflejan cómo en política los cadáveres se pueden reanimar cuando se les necesita e incluso sus políticas pasadas acaban condicionando mucho más de lo que parece la política presente. La decisión de la Junta Electoral Central de retirar la credencial como diputado del Parlament a Juvillà por desobediencia y sin sentencia firme del TSJC y que se remonta a cuando el parlamentario era concejal en el ayuntamiento de Lleida y se negó a retirar unos lazos amarillos de la ventana del despacho que el grupo anticapitalista tenía en la Paeria, es, sin duda, un acto grave que interfiere de pleno en el funcionamiento democrático.
No se trata, tan solo, de que la sentencia aún no firme del TSJC es desmesurada jurídicamente y, desde la vertiente más política, poco aceptable. Se repite lo que ya sucedió con el president Quim Torra por la pancarta colgada en el Palau de la Generalitat y que acabó súbitamente con su presidencia también por decisión de los tribunales. Valdría la pena saber hasta dónde quieren llegar la CUP, el Parlament y el Govern en su apoyo a Juvillà o si el camino acaba siendo el mismo y le conduce directamente a la puerta de salida. Conocer si existe una respuesta a la represión imparable no es una cuestión menor, ya que son muchos los que están entre los represaliados y con causas judiciales pendientes. Este jueves ha sido el día de las declaraciones de solidaridad del espacio independentista con Juvillà pero esa solidaridad acaba siendo, en la práctica, tan sentida como ineficaz.
Lo único cierto es que la política de confrontación que abanderó Ciudadanos llegó al extremo de perseguir políticos por unos lazos amarillos, algo que realmente debe ser insólito en el mundo democrático occidental. Este despropósito forma parte de la factura que ha dejado la formación naranja en su camino hacia la extinción. Por ello, valdría la pena saber hasta dónde se puede llegar ante una agresión tan clamorosa y al mismo tiempo tan preocupante como es la retirada de un escaño otorgado por los ciudadanos por parte de la Junta Electoral Central y de la justicia. Una medida que puede ser comprensible en un caso grave, pero dificilmente cuando puede ser interpretada como arbitraria y política.
Los de Inés Arrimadas, que si con algo disfrutan es con su relieve mediático, tuvieron una segunda buena noticia con la invitación a bailar y garantizarse así la aprobación de la reforma laboral que, por ahora, no le apoyan a Pedro Sánchez sus socios de Esquerra Republicana y de Bildu. Cuesta saber siempre si la Moncloa amenaza con apoyarse en la formación naranja o es una advertencia a sus aliados parlamentarios para que entiendan que puede hacerlo sin ellos. Conociendo al presidente, es muy probable que juegue a ambas cosas y ya se verá qué acaba saliendo, si un gato o un ratón. Realmente, hace falta un manual para entender el movimiento del gobierno de PSOE y Unidas Podemos con la mini reforma laboral.
Este podría ser un resumen perfectamente válido: una ministra de Unidas Podemos quiere sacar adelante la reforma con el apoyo de la patronal empresarial de la CEOE, mientras el PP la rechaza como hacen Esquerra y Bildu y Ciudadanos se pone bien para darle sus votos al PSOE. Hombre, una reforma laboral que mira a la izquierda no debe de serlo tanto, de izquierdas, aunque quien esté al frente de la negociación sí que lo sea. Y es que la política siempre ha hecho extraños compañeros de cama, pero ahora, por lo que parece, más que nunca. ¿Será que las ideologías, que tanto han marcado otros momentos de la historia, están aún más muertas que Ciudadanos?