Félix Millet y Jordi Montull, los dos máximos responsables del Palau de la Música y del saqueo que sufrió la entidad barcelonesa, han pasado este lunes su primera noche en el centro penitenciario de Can Brians-1. Ocho años, seis meses y 13 días después de aquella aparatosa entrada de los Mossos d'Esquadra en el Palau que sacudió los cimientos de la burguesía barcelonesa y dejó al descubierto cómo actuaba una pareja de consumados ladrones y cómo se traspasaba dinero de una empresa a un partido político, Millet y Montull han empezado a cumplir la condena de 9 años y ocho meses de prisión impuesta al primero y de 7 años y 6 meses al segundo.

La alarma social que desencadenó el caso, la elevada cantidad defraudada y el tiempo transcurrido podían hacer pensar que esta noticia no iba a llegar nunca. Además, el hecho de que Millet haya cumplido los 82 años y su estado de salud sea delicado —su entrada en prisión se efectuó en una ambulancia desde el TSJC— permitía pensar que el otrora gran patricio barcelonés conseguiría a base de recursos y más recursos aplazar el momento de su encarcelamiento una vez más. La juez Montserrat Comas no lo ha entendido así y acertadamente ha decretado su ingreso inmediato en prisión poniendo fin a una situación anómala e inexplicable para el común de los mortales, incapaces de entender cómo un ladrón confeso desde octubre del año 2009 evitaba una y otra vez la entrada en prisión. Por en medio, jueces instructores eran relevados o pedían otro destino, con lo que el caso Palau no hacía más que alargarse.

La entrada en prisión de Millet y Montull llega sin duda tarde y muchos de los efectos beneficiosos de una condena rápida y ejemplar se han perdido por el camino. Sobre todo porque hemos visto en los últimos tiempos que la justicia cuando ha querido ser rápida lo ha sido aunque por en medio haya tenido que adoptar doctrinas jurídicas inexistentes y hacer un uso injusto y desproporcionado de la prisión provisional. Pero con Millet y Montull la justicia decidió ser lenta, como con Iñaki Urdangarin, Rodrigo Rato y tantos otros que confirman la idea de que la justicia española va a dos velocidades, sobre todo en aquellos casos de los denominados ladrones de guante blanco. Aunque en el caso de Millet y Montull no lo hemos acabado de saber todo y faltan varios millones de euros por localizar, su entrada en can Brians-1 cierra un capítulo negro de un saqueo a manos llenas con ramificaciones políticas e institucionales.