Debería poder explicar de acuerdo a derecho cómo es posible que Fèlix Millet, con una condena firme de 9 años, haya salido de la prisión tan solo 25 días después de haber ingresado y, en cambio, los Jordis, Junqueras y Forn permanecen en Soto del Real y Estremera en prisión provisional privados de libertad y de otros derechos fundamentales. Pues no puedo. No encuentro una explicación para ofrecer. Millet, como su lugarteniente Jordi Montull, no es un ladrón confeso cualquiera y su posición cuando fue detenido generó una gran alarma social. Es cierto que el caso judicialmente hablando se perdió por vericuetos varios desde aquel mes de julio de 2009 en que los Mossos entraron en el Palau de la Música, el coliseo de la burguesía barcelonesa. Casi nueve años, tiempo suficiente para que aquel altivo defraudador de 73 años que entraba en todos los despachos de poder bien por lo que sabía o por su persistente tenacidad tenga ahora 82 y una aparente salud deteriorada.
¿Es la misma justicia la que permite la salida de Millet y la que mantiene en injusta prisión a los presos políticos catalanes? Es la misma. ¿Y es la misma justicia la que permite la salida de Millet que la que filtra que Jordi Sànchez no podrá acudir a su investidura si es propuesto candidato por el president del Parlament y que tampoco podrá ser candidato porque previamente será declarado inelegible? Es la misma. En las últimas horas, la alianza del 155 ha emitido mensajes inequívocos al respecto y la prensa española ha tocado a rebato. No va a acabar una hipotética designación de Jordi Sànchez como president de la Generalitat tras la consiguiente votación del Parlament de Catalunya en la mesa del jefe del Estado para su firma y publicación en el BOE. Eso no va a pasar, sentencian.
Y, lo lamentable, es que mientras Madrid tiene una estrategia clara que hace evidente cada vez que es necesario a través de declaraciones, acciones políticas y policiales o de la misma Fiscalía sin muchos más miramientos que el denominado peso de la ley, los partidos independentistas protagonizan batallas de pigmeos y de bajo vuelo. Tanto que si no vigilan no solo no tocarán nunca el cielo sino que se darán de bruces con el suelo. Ya va siendo hora de que nos trasladen menos sus batallas y nos expliquen mejor los acuerdos. Que para eso han recibido un claro mandato de la ciudadanía, no para ofrecer cada día un espectáculo diferente.