Si no sobreviene un súbito cambio de guión, Mariano Rajoy y el Partido Popular serán desalojados del poder en las próximas horas al prosperar la moción de censura de Pedro Sánchez. Aunque una mayoría de 180 diputados lo habrán hecho aritméticamente posible, el independentismo catalán y el nacionalismo vasco habrán sido claves en la decisión de expulsar de la Moncloa al político que llegó al poder en 2011 convencido de que Madrid no era España y ha acabado convirtiendo España en un gran Madrid. Desde Berlín o desde Estremera, pueden hacer suyo aquel refrán tan español de que la venganza es un plato que se sirve frío. El gobierno que desalojó con malas artes al independentismo catalán del poder, el gobierno que ha hecho política a través de las cloacas del Estado, el gobierno que ha utilizado a la justicia para encarcelar a sus adversarios políticos, el gobierno que lanzó las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado contra la ciudadanía de Catalunya el pasado 1 de octubre, el gobierno que no ha aceptado los resultados electorales del pasado 21 de diciembre, está a punto de ser desalojado del poder. Es cuestión de horas.
La moción de censura presentada por Pedro Sánchez tenía para el independentismo catalán un único incentivo: proceder al despido de Rajoy y del PP. No es seguro que la alternativa sea mejor, ni que acabe abriendo una etapa de distensión que permita situar en el debate de la política las demandas del independentismo catalán. Pero, en cambio, sí que existe una certeza: peor no puede ser. El gobierno y el partido que ha comandado España en los últimos años es el principal responsable de la situación política en Catalunya: de la supresión de la autonomía y de la pérdida de muchas de las libertades básicas de una sociedad occidental. Paradojas del destino, puede pensar el president Carles Puigdemont: quien a hierro mata, a hierro muere.
El gobierno catalán fue desalojado del poder por un golpe de estado envuelto de un trámite legal llamado artículo 155 de la Constitución. Fue un acuerdo de despachos, un pacto de Estado entre la monarquía, la judicatura, las fuerzas políticas, el establishment financiero y los medios de comunicación. Todo opaco pero atado y bien atado. En cambio, el gobierno español está a punto de ser desalojado del poder a cara descubierta por 180 diputados y, sorprendentemente, con muchos de los que en octubre protagonizaron el asalto a las instituciones catalanas ahora impidiendo el acceso al poder de Sánchez.
Habrá que estar muy atentos a cómo se escriben las próximas horas, las que faltan hasta la votación de la moción de censura, alrededor de las 14 horas de este viernes 1 de junio. Será a partir de entonces el momento de tomar perspectiva de muchas de las cosas que han pasado en la España en blanco y negro de los últimos años. Y quién sabe si de enterrar la judicialización de la política para volverla a dignificar. Y devolver la pelota al terreno de juego del que no debió salir nunca: la democracia, la política y las urnas. La triple demanda catalana de la que el independentismo hace años que hizo bandera.