El PSOE no tiene elección: después de la sentencia del caso Gürtel está obligado a presentar una moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy inmediatamente. Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE de más bajo perfil político de la historia y de cultura democrática más simplista, es un político con suerte. Con mucha suerte. Con las encuestas de intención de voto a los socialistas en su momento más bajo y sin opciones reales de levantar cabeza, Sánchez dispone de una nueva oportunidad, después de desaprovechar en un año todo el crédito político que le dio su victoria frente a Susana Díaz en las primarias del partido. No queda nada de aquel Sánchez que hizo una muy buena campaña entre las bases socialistas y, en cambio, ha emergido un político simplón, carente de rumbo político, incapaz de tejer alianzas y que en el caso catalán se ha escorado tanto, pero tanto, hacia PP y Ciudadanos, que la gran mayoría de las veces cuesta diferenciarlos.
Pero, en cambio, tiene suerte, y esa no es una cuestión menor. Podemos le ha abierto la puerta a apoyarle si da el paso; Ciudadanos hace lo de siempre, amagar y amagar sin saber cómo va a acabar la partida; sabiendo, eso sí, que el desplome de los populares es su gran oportunidad para que haya un trasvase de votos irreversible entre ambas formaciones. Los partidos independentistas pueden acabar teniendo la llave y entre el mal mayor, Sánchez, y el mal muy mayor, Rajoy, le pueden acabar facilitando los votos que necesita. ¿Y el PNV? ¡Ay, el PNV! Con sus presupuestos aprobados en el Congreso todo puede cambiar cuando se presente la moción de censura para apartar a Rajoy. Si cae Rajoy, ¿alguien duda de que el PP, que tiene mayoría absoluta en el Senado, respaldará las actuales cuentas públicas del Estado?
La sentencia de Gürtel que ha tenido consecuencias demoledoras para el PP como organización va a abrir ahora en canal su capacidad de resistencia ante un embate sorpresivo por la contundencia del fallo judicial que además de duras condenas contra Luis Bárcenas, su mujer Rosalía Iglesias, Francisco Correa y todo un reguero de dirigentes populares acusa directamente a la organización conservadora por lucrarse de una manera ilegal.
Ni tan siquiera la utilización habitual de la carpeta catalana, movilizando cientos de policías desde Madrid, para un caso que se arrastra desde hace varios años y relacionado con supuestas subvenciones irregulares tuvo entidad suficiente para competir. Será porque después de utilizarse tantas veces el mismo sistema cada vez cuela menos. Y eso que, al principio, se disparó con munición pesada desde Madrid: las detenciones tenían que ver con el desvío de 10 millones de euros para el procés y en la lista de detenidos estaba incluso un diputado del Parlament que era, además, amigo del president de la Generalitat, Quim Torra. Con las horas, esta teoría desapareció como por arte de magia, no había ningún detenido que fuera diputado y todo era mucho menos importante. Pero el efecto ya estaba conseguido. Hasta que la bomba Gürtel se lo llevó todo por delante.