Quizás habrá que empezar a acuñar nombres para que nos entendamos. De la misma manera que hace casi 70 años el macartismo tuvo como objetivo crear un clima de sospecha permanente que se alimentaba de rumores y de la difamación, olvidando el principio de la presunción de inocencia, con el objetivo de perseguir a los comunistas y con el senador católico Joseph McCarthy a la cabeza, el montorismo lleva tiempo empeñado en una auténtica caza de brujas contra el soberanismo. La petición del secretario de Estado de Hacienda, José Enrique Fernández de Moya, requiriendo a la interventora general de la Generalitat para que le informe de los pagos y ayudas otorgados desde 2015 a una sesentena de personas, entidades, medios de comunicación y empresas que sólo tienen en común su supuesta ideología soberanista o una posición favorable al referéndum del 1 de octubre tiene cuando menos un aire inquisitorial aprovechando el vacío de poder que el gobierno español ha creado al suspender la autonomía en Catalunya.
El montorismo es imprescindible en la caza de brujas contra el soberanismo. Como lo es, desde otro punto de vista, la creación del falso relato que lamentablemente ha cuajado en España de la violencia de los hechos del pasado septiembre en Barcelona frente a la conselleria de Economia y por los que permanecen encarcelados Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Todo el mundo sabe que no fue un acto de violencia, ni de rebelión, ni de sedición el que se produjo en la rambla de Catalunya pero se ha impuesto un relato a base de fake news y de muchos millones gastados en propaganda. Hará falta tener la perspectiva que solo da el tiempo para conocer en detalle como se tejió toda una sarta de mentiras que permitiera transitar de la violencia en el País Vasco a la violencia en Catalunya. Allí, con cientos de muertos provocados por la organización terrorista ETA y aquí con una modélica actitud pacífica del independentismo, incluso el 1 de octubre, cuando la policía española protagonizó secuencias de represión indiscriminada que dieron la vuelta al mundo.
La lista del montorismo que debe ser enviada por la Generalitat antes del día 12 a las diez de la mañana, casualmente el día y la hora que debe empezar la sesión del Parlament para la investidura de Jordi Sànchez, está repleta de nombres conocidos tanto de asociaciones como de particulares. Desde el conglomerado de empresas de Mediapro hasta el diario Ara pasando por comunicadores tan importantes como Toni Soler, Antoni Bassas, Xavier Bosch, Albert Om, el empresario Ferran Rodés o la empresa Agrolimen. También aparecen Jordi Sànchez, Jordi Cuixart, Neus Lloveras, Oriol Soler, Eduard Voltas y un largo etcétera. El objetivo no disimulado de Montoro es vincular cualquier pago efectuado con financiación del procés y a partir de aquí poder plantear una causa de malversación de fondos públicos.
Volvamos al macartismo y el clima de sospecha permanente. ¿Suena a exagerado ver en el montorismo los mismos métodos de rumores y difamación para desacreditar a personas y entidades por el simple hecho de tener una ideología determinada?. ¿No es eso lo más comparable a aquella caza de brujas anticomunista en los Estados Unidos, aceptada por el establishment de la época en Norteamérica, hoy transformada aquí en una caza del independentismo?