No deja de ser curioso y hasta llamativo que el primer conseller insumiso del Govern actual sea el titular de Cultura, Santi Vila, político moderado, heterodoxo y capaz de ofrecer, casi sin intervalo de tiempo, la imagen de pactista reincidente con los partidos españoles en tiempos difíciles y de desacatar una orden judicial, señalando que de ninguna manera desobedecerá las leyes catalanas. El tema no tiene que ver con la independencia de Catalunya pero sí con su soberanía política y la de su Parlament como Cámara legislativa. Y el contencioso afecta a la titularidad de los murales de Sijena actualmente depositados en el MNAC y también a la entrega al Monasterio de 44 obras de arte depositadas en el Museu de Lleida y que la Justicia quiere que sean devueltas a Aragón.
Vila ha hecho un movimiento valiente que no solo es político sino que la máxima autoridad mundial en la materia (el restaurador jefe de la capilla Sixtina de Miguel Ángel), que conoce cada centímetro de los murales, dice que no pueden moverse sin provocar daños irreparables. Y el criterio internacional que predomina en estos casos es el de protección de los bienes culturales. Pero es evidente que en estos momentos todo es política cuando afecta a un cargo electo catalán y mucho más a un conseller de la Generalitat. El juez le advierte de posibles responsabilidades penales, pero Vila se revuelve señalando que cumple un mandato del Parlament. Y el Govern apoya el acto de resistencia del titular de Cultura.
Llevadas las cosas a este extremo, Santi Vila, que además de moderado y heterodoxo es también ambicioso, difícilmente podrá empatar la partida que ha iniciado. La podrá ganar...pero también la podrá perder. Después del gesto político que ha protagonizado, queda condenado a resistir, ya que hacer algo distinto sería no solo ir en contra de la protección de un bien cultural universal sino pinchar su carrera política. El destino en política tiene estas cosas: de golpe descarrilas con unas desafortunadas declaraciones sobre los toros en Catalunya o bien con otras sobre el centrismo del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que te dejan medio grogui y de repente un golpe de audacia te vuelve a colocar en el centro del tablero. Pero esta partida aún tiene que dar mucho juego y el final está por escribir.