Aunque suene a tópico, hay muchas cosas en juego en las elecciones españolas de este domingo. Sin embargo, en pocas puede incidir de una manera incontestable el electorado catalán. Por ejemplo, quien acabe ganando las elecciones de este domingo depende fundamentalmente de los españoles, ya que de los 350 escaños tan solo 47 son escogidos por las cuatro provincias catalanas. Tampoco hay el riesgo de que en Catalunya ganen las denominadas derechas españolas ya que las tres formaciones (PP, Ciudadanos y Vox) aparecen en los últimos lugares en la gran mayoría de las encuestas e, incluso en varias, PP y Vox se quedan sin escaño o con un máximo de un par.
No nos engañemos, en Catalunya las elecciones serán leídas por el apoyo que tengan los partidos independentistas y por la fuerza que logren para condicionar un gobierno en España. En las elecciones de junio de 2016 alcanzaron 17 escaños —nueve ERC y ocho CDC— y el 32,07% de los sufragios. En Comú Podem ganó los comicios con el 24,5% y una docena de asientos en el Congreso de los Diputados. Cualquier resultado en escaños o en votos del independentismo inferior al del 2016 sería un muy mal resultado. Pondría en riesgo muchas de las apuestas estratégicas que se han hecho los últimos años y cuestionaría el referéndum del 1-O y los pasos efectuados aquel mes de octubre.
Esa es la noticia que espera el deep state español este domingo: poder proclamar que el independentismo recula en Catalunya y que la política de asfixia financiera —practicada tanto por Rajoy como por Sánchez, ya que ninguno ha impulsado el nuevo sistema de financiación autonómica cuando ha estado en la Moncloa— de suspensión de la autonomía por el 155 y de prisión y exilio del Govern destituido en 2017 ha dado resultados. El independentismo superó la encerrona del Estado el 21-D y demostró que las urnas son su gran aliado y su gran defensa. También es una muy buena carta ante la comunidad internacional.
Este domingo hay muchas cosas en juego, como en todas las elecciones. Hay también motivos para la ilusión y para el desánimo. Hemos oído estas semanas tantos ataques contra Catalunya de unos y de otros que nadie debería quedarse en casa. Un voto soberanista o independentista no ejercido y que acaba en la abstención, acaba siendo un voto a favor del 155, de la supresión de TV3, de la disminución del catalán o del modelo educativo. Por eso es importante que las urnas se llenen del mayor número de votos como sucedió el 21-D y que esta sea la mejor respuesta al juicio del Tribunal Supremo, a la privación de libertad de los presos políticos y al retorno de los exiliados.