No deja de ser llamativo que mientras en Madrid se juzgaba en el Tribunal Supremo al exconseller de Presidència Francesc Homs por la votación del 9-N y la resolución del Tribunal Constitucional -el juicio a Homs tiene lugar en el TS en su condición de aforado, como diputado en el Congreso-, en Barcelona el rey Felipe VI estuviera junto a las autoridades catalanas inaugurando el congreso mundial de telefonía móvil como si tal cosa. Y que discursos públicos y conversaciones semipúblicas fueran deliberadamente superficiales e inocuas.
Porque lo sorprendente, o no, es pasar 24 horas en Barcelona haciendo ver que el conflicto no existe, reunirse con unas muy seleccionadas entidades catalanas y volverse a Madrid pensando que ya se ha estado en contacto con la realidad catalana. Es obvio que el comité ejecutivo de Foment del Treball, la junta de gobierno del Consorcio de la Zona Franca y la junta de gobierno de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, las tres audiencias conocidas en el Palauet Albéniz, representan una Catalunya muy alejada del punto neurálgico en que se encuentra la ciudadanía en estos momentos.
Pero de esa política que ha estirado este PP como un chicle ya se ha hecho un arte: se viene a Barcelona, se propagan a los cuatro vientos grandes deseos de diálogo, se glosa lo bien que se está unidos y sin protestar, se ofrecen unas inversiones que nunca llegan y se asegura que un mundo mejor es posible si se renuncia al referéndum. Que se abrirá el cielo de par en par. Francesc Homs ha sido, seguramente, el dirigente independentista catalán que más ha conversado con el actual monarca español en los últimos años, en encuentros, algunos públicos y otros muy discretos. Y desde la cada vez más lejana condición de Príncipe hasta hace muy pocos meses ya como Rey. Conversaciones sinceras y, quizás, incómodas. Algunas, puede que incluso tensas. Y Homs estaba este lunes en el Tribunal Supremo acusado de los delitos de prevaricación y desobediencia por una decisión política y en un juicio que cuesta mucho no ver como político.
Alguien de buena fe puede llegar a pensar que así es la política. En todo caso, es la parte oscura de la política. La que llevan a cabo con malas artes también comisarios o excomisarios por delegación.
Otro ejemplo de estas últimas horas y que algunos también podrían incluir en el manual de la política: la diplomacia o la educación consiste en despedirte cordialmente de tu principal enemigo. Impulsar querellas vía Fiscalía contra la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y, al despedirte, darle dos besos como si fuera una amiga tuya de toda la vida.