Ha caído en mis manos, entre carpetas antiguas, el acuerdo que firmaron el 14 de diciembre de 2003 el PSC, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya para hacer president de la Generalitat a Pasqual Maragall i Mira y que llevaba por título Govern Catalanista i d'Esquerres. En 79 páginas,  establecía las medidas de gobierno con base en cuatro objetivos: Más y mejor autogobierno, más calidad democrática; un nuevo impulso económico para Catalunya; Catalunya, una nación socialmente avanzada y una nueva politica territorial y ambiental. Aunque no es este el primer documento político incumplido, ni son estos los únicos partidos participantes en un pacto cuyo resultado final ha acabado como el rosario de la aurora, vale la pena repasarlo en días como hoy porque es un buen compendio de un brindis al sol y, en concreto, el capítulo económico, cuando han transcurrido más de 20 años de aquella firma.

El capítulo sobre financiación autonómica del pacto del Tinell, en el que ya se hablaba, entre otras cosas, de que los ingresos por habitante de la Generalitat tenderán a equipararse progresivamente a los obtenidos en aplicación de los sistemas de Concierto y Convenio vigentes en las Comunidades Autónomas forales, es decir, Euskadi y Navarra, concluía que la aplicación de estos criterios tenía que permitir avanzar progresivamente en la reducción del déficit fiscal de Catalunya con el Estado, de manera que en el plazo de diez años, este se equipararía al de territorios de nivel de renta similar en otros países europeos. El documento es de 2003, y el 2004 llegó a la Moncloa un gobierno socialista encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero, quien permanecería al frente del Ejecutivo casi ocho años. El resultado, a la vista está.

Esta vez quizás no habrá que esperar dos décadas, como con el pacto del Tinell, para repasar los incumplimentos 

Es posible que, en esta ocasión, no haya que esperar hasta 2045, dos décadas, como en el caso del pacto del primer tripartito, para repasar los incumplimientos, ya que los años que fija el documento del anunciado preacuerdo entre ERC y los socialistas son 2025 y 2026. Incluso no hay que descartar que el Sánchez del futuro no sea como Zapatero, ni como el Sánchez que lleva en la Moncloa desde junio de 2018 y no ha movido una coma de aquellos compromisos. Un dirigente republicano, con el que he comentado el documento hecho público por Esquerra de su acuerdo con Salvador Illa y con el PSC, me señalaba hace unas horas: "La música suena bien y los militantes están cabreados, pero confiamos en ganar la consulta: el otro camino es peor; sin candidato y con la crisis interna abierta en canal, cualquiera va a elecciones".

Otro me preguntaba: "¿Cómo se puede presentar un acuerdo aparentemente tan bueno con la cara de funeral con que lo presentaron?" En su opinión, parecía la noche de la derrota electoral y se estaba presentando lo que ERC dice que es el mejor avance en financiación y soberanía fiscal de los últimos años. Un inciso: seguramente, un documento de este calado se defiende mejor desde el Consell Executiu que desde fuera. Es más responsable estar dentro del Govern y hacerlo viable. ¿Por qué se le regala a Salvador Illa la gestión y el éxito del acuerdo? Ni lo sé, ni nadie me lo ha sabido explicar. La mejor estrategia sería sacar partido y colgarse todas las medallas. Capítulo uno, del tomo uno, de cualquier manual para políticos.