No es seguro que se pueda salvar la catedral de Notre-Dame de París. Con esta terrible noticia ofrecida por el ministro del Interior francés alrededor de las 22 horas, si bien matizada una hora después por los bomberos, que han podido salvar la estructura, escribo este artículo. Viví una sensación similar de perplejidad y estupefacción cuando supimos en la redacción de El País, en enero de 1994, del incendio del Gran Teatre del Liceu. Nada se pudo salvar en aquella ocasión y ahora París vive una situación dantesca, dramática, fruto, en primera instancia, de un incendio fortuito por las obras que se estaban realizando en el edificio. Otra comparación aparentemente inexplicable con las obras en el recinto musical. ¿Nadie podía haberlo previsto? Silencio.

La catedral de Notre-Dame es un icono mundial. ¿Quién no la ha visitado cuando ha viajado a París? En el año que residí en la capital francesa, una vez abandone la dirección de La Vanguardia, visité decenas de veces el emblemático templo. Es imposible no darte de bruces con la catedral majestuosa e imponente si uno se acerca al cruce de caminos que es la Île-de-France. Recuerdo las interminables colas, París a vista de gárgola, el imponente rosetón de la fachada, el silencio en el interior de las naves góticas; los japoneses, siempre multitud....

Se abre ahora la investigación de las causas que han producido el incendio. La presidencia de Emmanuel Macron ya tiene su tragedia y quedará marcada por este luctuoso suceso. Aunque París es mucho París, remontar llevará tiempo. Se conseguirá, sin duda, y la catedral volverá a lucir y a impactar a sus visitantes. Hoy nos queda la desgracia de lo que ha pasado e ir al álbum de fotos que todos tenemos ante la catedral de Notre-Dame. ¿Cuánto tiempo tardaremos en poder hacernos otra foto similar?