Solo un futbolista estratosférico que responde al nombre de Leo fue capaz de que la era Bartomeu no colapsara este sábado en el Camp Nou. Sus cuatro goles después de cuatro jornadas de liga sin anotar llegaron para Bartomeu en el momento más oportuno de su declinante presidencia y cuando había sido recibido al inicio del partido con una sonora pitada y una pañolada que se repitió con igual contundencia algunos minutos después y que se repitió en otros pasajes del encuentro, aunque entonces con una menor respuesta.
En un estadio donde la paciencia del socio es infinita, lo que ha sucedido este sábado en el Camp Nou debería hacer reflexionar a Bartomeu. Sobre todo, porque si a algún momento del siglo XXI se parece la protesta que se ha producido es al final de la era de Joan Gaspart. Con una salvedad que no es menor: la pañolada y los gritos de dimisión aquel 2002 se produjeron después de caer derrotado frente al Sevilla y el Valencia, estar noveno en la clasificación y a 17 puntos del líder. En esta ocasión ha sido al principio del match, disputando el liderazgo al Real Madrid y con todas las opciones en la Champions abiertas. Son, por tanto, crisis deportivas diferentes pero tienen en común que son, desde el punto de vista institucional, muy comparables.
El presidente del Barça ha salvado su primer match ball y tiene, en el horizonte de siete días, el partido de Champions frente al Nápoles del martes y el del Bernabéu del domingo. Aunque el balón tiene, al final, mucho que ver en las crisis de los clubs de fútbol y no es lo mismo un resultado que otro, es más que probable que los buenos resultados, si llegan, solo aplacen el enorme enojo existente en la masa social barcelonista. La crisis institucional ha venido para quedarse, ya que lo que se ha conocido esta semana como a Barçagate es de una enorme gravedad y pone en entredicho la gestión de la junta directiva y, obviamente, de su presidente.
No son aceptables las pocas explicaciones que se han dado respecto a la actuación de la empresa I3 Ventures que se ha dedicado a crear perfiles falsos en las redes sociales para desprestigiar a la oposición blaugrana, jugadores como Gerard Piqué o Leo Messi, figuras emblemáticas del barcelonismo como Guardiola o Xavi Hernández o dirigentes políticos independentistas. Suerte que Messi siempre quiere ganar y congeló la pañolada con cuatro goles. Pero las vergüenzas acabarán siendo demasiado grandes para esconderse tras los goles del argentino.