Una Catalunya aún conmocionada por la represión policial de la jornada del domingo, con más de 800 heridos que necesitaron asistencia sanitaria y con imágenes dantescas de la actuación del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil, que no han sido acompañadas ni por la más mínima petición de perdón por parte del Gobierno español, ha convocado para este martes un paro de país para expresar la rabia y la indignación por la actitud autoritaria del Estado y el estado de excepción dictado en Catalunya. Las horas transcurridas desde el domingo no han rebajado la irritación de la ciudadanía, sino que se ha expandido la cólera a sectores impenetrables al discurso independentista y también fuera de Catalunya. En cualquier país democrático de nuestro entorno el ministro del Interior ya no estaría en su puesto y la oposición habría planteado una reprobación a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría como responsable político si no directamente una moción de censura al presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Solo en España, donde las ansias por aplastar al independentismo pasan por delante de la defensa de los valores básicos de democracia, libertad y de convivencia, es posible el silencio político —con la excepción de Podemos— y periodístico al que estamos asistiendo.
En este contexto de violencia policial indiscriminada contra la población catalana y de secuestro del autogobierno al margen de las Cortes, utilizando para ello todo tipo de artimañas políticas y jurídicas, la respuesta de un paro de país para este martes tiene toda la lógica. No es una jornada de huelga general al uso, sino una respuesta cívica de una sociedad madura que se siente indignada muy mayoritariamente después de la intolerable agresión policial a cientos de sus conciudadanos que solo querían depositar un voto en una urna. Por ello se han sumado desde partidos políticos hasta sindicatos, sectores empresariales, estudiantes, profesores y comerciantes. La sociedad catalana, tan acostumbrada a superar pruebas de estrés respecto a su capacidad de convocatoria en los últimos años, tiene, en esta ocasión, un nuevo obstáculo para superar sobre todo por la celeridad con la que se ha hecho la convocatoria. La mejor respuesta a la ignominia de este domingo negro: canalizar la indignación ciudadana.
Por primera vez, sectores empresariales importantes de Madrid empiezan a manifestar en voz baja que a Mariano Rajoy "la carpeta catalana se le ha ido de las manos" y que es necesario abrir una negociación con Catalunya. Nada de eso ni oye, ni quiere oír el gobierno español anclado en una posición numantina de no dar un paso atrás. Mientras, Ciudadanos hace evidente su ausencia de proyecto político y su papel de comparsa y el PSOE trata de desplazarse sin que se note. Un ejercicio imposible a estas alturas si no hay un serio cambio de rumbo.
En un momento en que la represión es tan importante y tan amplia y en que las instituciones catalanas son sometidas al escarnio permanente por parte del Estado, desde este diario queremos poner de manifiesto que tanto el Govern como el Parlament nos representan a todos los catalanes. Y que, en consecuencia, el paro de país convocado también nos incumbe. Por ello, El Nacional publicará este martes desde las cero hasta las 24 horas únicamente informaciones que guarden relación con la convocatoria de la jornada de protesta.