Todo parece apuntar, al menos en Madrid se da por muy seguro, que la partida de los Juegos Olímpicos de Invierno para 2030 debe darse por acabada ya que el Comité Olímpico Español (COE) descartará dentro de pocos días apoyar una candidatura única de Catalunya bajo el nombre de Barcelona Pirineo. Aunque el problema lo ha ocasionado tan solo el gobierno de Aragón y su presidente Javier Lambán, el COE no da con la tecla que desactive al barón socialista, que se ha enrocado con propuestas tan esperpénticas como que las pruebas de esquí alpino se repartan entre Catalunya y Aragón, celebrándose en un sitio las competiciones masculinas y en el otro las femeninas. Lambán ha acabado haciendo un pulso, llevando el debate a la política, y no le ha salido mal. El hecho de que dentro de un año se celebren elecciones municipales y autonómicas, en las que el presidente de Aragón también se juega la reelección, con un Partido Popular subiendo en las encuestas, ha sido un factor colateral que no ha sido tan menor como parecía al inicio.
¿Está la partida política e institucional cerrada del todo? No, pero en más de un 95% se puede asegurar que sí. Un porcentaje muy alto para pensar que las cosas pueden ir de otra manera cuando ni los gobiernos de Aragón y Catalunya tienen margen para deshacer el camino andado y hacer cesiones que están fuera de la espiral dialéctica a la que se ha llegado. Y el COE puede acabar lavándose las manos para los Juegos de 2030. Habrá, eso sí, un compromiso del mundo olímpico para apoyar en los siguientes Juegos una candidatura exclusiva catalana bajo el nombre Barcelona Pirineos, pero eso sería en los de 2034. Pero pensar en ese escenario tan lejano hoy es casi una utopía. El Govern no ha tenido una comunicación oficial al respecto, pero también empieza a intuir, por mensajes indirectos que le llegan, que la partida se ha acabado.
Al final, la ausencia de consenso político en Catalunya en este tema no se dilucidará entre los habitantes de las comarcas del Pirineo afectadas mediante una consulta, ni por la renuncia del Govern a llevarlos a cabo por la controversia social que habían generado, ni por la victoria de los contrarios a los Juegos, entre los que habían diferentes formaciones políticas de izquierda, personalidades varias que han formado manifiestos en contra y entidades del Pirineo. Lo decidirá Madrid, lo que no deja de ser una paradoja de la fuerza política real de Catalunya y una muestra de crudeza y de realismo de la situación actual. Los intereses de Madrid (el COE) o del PSOE (Aragón) han pasado por encima del batiburrillo de una Catalunya enfrentada entre los que estaban a favor —algunos con quiebros, ciertamente— y los que estaban en contra.
Vamos a ver qué nos deparan los próximos días, cómo se cierra definitivamente esta carpeta y el coste que tiene para cada formación política el haber hecho algunas cosas de manera, a veces, tan ininteligible. Pero lo previsible es que los partidos catalanes se tiren los trastos entre defensores y detractores, ya que las piezas están orientadas claramente en esta dirección. Lambán, por su parte, llámale tonto, se subirá a lomos del discurso populista de que ha sido él quien ha impedido la victoria del imperialismo catalán que le quería robar los Juegos a Aragón. Una carta quién sabe si ganadora a menos de doce meses de las elecciones en Aragón. Y punto y final (o no).