Que el PSOE no tiene una estrategia sobre Catalunya es, a estas alturas, algo más que una evidencia. Nada en el programa electoral, ni una propuesta de solución al conflicto territorial más importante que tiene el estado español. Confía Pedro Sánchez fundamentalmente en dos cosas: la primera, que consiga aletargar al partido y que el cuerpo electoral catalán salga a votar pensando únicamente en cómo derrotar a las derechas e impedir un hipotético gobierno apoyado por Vox. A eso se ha dedicado especialmente en las últimas semanas, con un mensaje, obviamente, receptivo en amplias capas de la sociedad y muy especialmente en Catalunya.
Esta parte de la estrategia electoral ya está seguramente completada y por eso ha abierto con antelación suficiente el que es su flanco político más importante: si con un nuevo mandato está dispuesto o no a ser duro con el independentismo. Su entrevista en El Periódico deja pocas dudas en el aire. Cualquier salida de la legalidad por parte del Govern será contestada con un nuevo 155 y tampoco habrá nuevos intentos de diálogo como el que se fraguó con la declaración de Pedralbes de la que el gobierno español parece ahora distanciarse con una frase bien elocuente: no me gusta tropezar dos veces en la misma piedra.
La vía Iceta, aunque absurda, ya que planteaba al independentismo lograr el 65% de los votos para hablar, tampoco forma parte de algo previsible, pues la democracia no es lanzar una moneda al aire a ver qué sale, porque entonces surgen problemas como el Brexit. Curiosa manera de descalificar un referéndum. Por esta vía la democracia quedaría ciertamente dañada.
Hay que agradecer a Sánchez que hable claro en Catalunya. Como hizo el ministro Ábalos al asegurar que el PSOE prefería pactar con Ciudadanos que con el independentismo. Falta por saber qué quiere el independentismo, si consigue aclararse. Pero lo importante es, como siempre en cualquier proceso electoral: qué quieren los votantes catalanes, los interpelados por Sánchez. En mano de quién acaba su sufragio en una coyuntura en la que los votos acabarán sirviendo para una cosa u otra.