La patata hirviendo de la congestión de la legislatura española viajó este viernes de retorno a la Moncloa. Su remitente, Carles Puigdemont, lejos de precipitar la muerte súbita de la legislatura, aplicó la política de cocción lenta, dando un paso más hacia el punto de ebullición. Unos grados más de temperatura, cada vez acercándose más a los 100 °C. Tres son los mensajes a Pedro Sánchez: suspensión de las negociacions sectoriales de Junts con el PSOE, con el consiguiente goteo de pérdidas de votaciones parlamentarias en el Congreso; activación de manera urgente del mecanismo de verificación internacional de Suiza entre el PSOE y Junts encargado de desencallar el conflicto político entre Catalunya y España, y en el que actúa el diplomático salvadoreño Francisco Galindo Vélez como coordinador; y, en tercer lugar, una petición directa a Pedro Sánchez de que convoque elecciones españolas si no se ve capaz de superar la votación de una cuestión de confianza.
Cada uno de los recados dejados por Puigdemont a Sánchez en el buzón de cosas a resolver es peligrosamente endemoniado. La pérdida de votaciones en las Cortes gusta muy poco y además da titulares a cual más negativo. Se suspenden las negociaciones sectoriales, aquellas que afectan a proyectos de ley o decretos ley, hasta que se haya desencallado el tema de la iniciativa legislativa sobre la cuestión de confianza, que la Mesa del Congreso ha puesto en el congelador. Todo ello con un argumento de Perogrullo: estudiar su tramitación después de que los letrados hayan dado luz verde al no ver cuestiones que choquen con el reglamento de la cámara. Es un aplazamiento torticero, ya que la Mesa dispone el orden de las iniciativas, no decide sobre su legalidad. Además, como el propio Puigdemont recordó este viernes en un dardo a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, sin el voto de sus siete diputados no hubiera alcanzado el cargo, y el hecho de que Junts no tenga representación en el órgano parlamentario debería contemplar también ese detalle nada menor.
El tema de las reuniones discretas y también secretas en Ginebra es aún más diabólico, ya que el mediador internacional solo puede constatar que el PSOE no ha cumplido los acuerdos que ha ido adquiriendo en las reuniones bilaterales que se han celebrado, con una cierta periodicidad mensual, desde el 2 de diciembre de 2023. Junts ha dicho explícitamente que no se trata tanto de que se den a conocer las actas de las reuniones, como de que no parezca que allí no se han dado pasos. El foro de Ginebra ha hecho sus deberes en un marco muy alejado de la normalidad en Catalunya que oficialmente se proclama. Con matices, el balance de lo que se avanzaba en Suiza bajo el auspicio de la Fundación Henry Dunant ha sido siempre el mismo: José Luis Rodríguez Zapatero y Santos Cerdán daban el visto bueno a peticiones de Puigdemont y Jordi Turull y cuando estos pactos viajaban con destino a la Moncloa, el ministro de la Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, hacía su propia interpretación. No era el único. A este entretenimiento también han jugado con cierta arrogancia la vicepresidenta María Jesús Montero o el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.
Lo que en Suiza supuestamente se acordaba entre PSOE y Junts, se perdía luego por alguno de los innumerables pasillos de los ministerios
La maquinaria socialista, perfectamente engrasada y acostumbrada a la doctrina del poli bueno y poli malo, ha estado un año mareando la perdiz sin avance alguno. Lo que en Suiza supuestamente se acordaba se perdía luego por alguno de los innumerables pasillos de los ministerios. De ahí que Puigdemont y su equipo quieren que sea, en todo caso, el mediador internacional quien certifique los incumplimientos y las responsabilidades, y que el marco de discusión sea en Ginebra y no en Madrid. Allí empezó todo y, en todo caso, es allí donde tiene que ponerse punto y final. ¿Tiene margen el PSOE? Evidentemente, sí. Solo tiene que decir que sí a todo lo que ha ido diciendo que no o dando largas. ¿Existen espacios para sacarse conejos de la chistera? Con Sánchez este límite siempre es posible, pero su problema es que a Junts y a Puigdemont ya solo les valen cosas concretas. El titular de que el gobierno español pide a las instituciones europeas el reconocimiento del catalán se ha marchitado y ha dejado de lucir. Ahora solo vale el reconocimiento europeo. Y así, con todas las carpetas que tienen entre manos.
El último dardo de Puigdemont a Sánchez fue su petición de que convocara elecciones en España si no se somete a la cuestión de confianza o recompone la mayoría de investidura. Es la primera vez que abre esta puerta y no hay duda de que en el PSOE escoció, por más que, de puertas afuera, la respuesta tuviera un cierto perfil bajo. Tener siete votos, que son imprescindibles, pidiéndote un día que presentes una cuestión de confianza y otro que si no es así, convoques elecciones, es algo que no dura eternamente. Veremos si, al final, dentro de unas pocas semanas, la caldera suelta presión o acaba explotando.