Si hay un partido admirable a la hora de abordar los imprescindibles cambios de liderazgo y sus esfuerzos de adaptación a entornos adversos, este es el más que centenario Partido Nacionalista Vasco (PNV). No siempre ha sido así y los jeltzales aprendieron la lección de la división en los años 80 y se vacunaron contra la fragmentación después de lo vivido con el lehendakari Carlos Garaicoetxea, que abandonó la organización para crear su propio espacio político, Eusko Alkartasuna. Pese a ello, la hegemonía electoral en el País Vasco del PNV desde las primeras elecciones autonómicas, excepto en períodos muy breves, ha sido incuestionable. Además, ha estado acompañada de otra mayoría, en este caso social, esa sí permanente, de las fuerzas nacionalistas vascas que han arrinconado a los partidos de ámbito español. Solo en el länd alemán de Baviera la democracia cristiana ha conservado una posición electoral tan sólida durante casi 50 años.
La llegada, este domingo, de Aitor Esteban (62 años, militante desde los 16) a la presidencia del PNV sustituyendo a Andoni Ortuzar, que ha pilotado el partido durante una docena de años, es un cambio de calado. De Esteban se conoce sobre todo su papel en el Congreso de los Diputados y su labor como orador, algo que le ha labrado una trayectoria política brillante en Madrid. Ahora, lejos de aquellos focos, su función va a ser necesariamente otra: engrasar la maquinaria electoral, porque Bildu amenaza seriamente el protagonismo político del PNV; prepararse para intentar hacer realidad, lo antes posible, la apuesta del partido por el reconocimiento de Euskadi como nación en la Unión Europea; y definir un marco de relaciones con el partido de la izquierda abertzale, que en los próximos tiempos va a primar las reivindicaciones nacionales por encima de las ideológicas.
El PNV necesita romper la dinámica de que la victoria de Bildu es solo cuestión de tiempo
Para este camino, el PNV se ha renovado a fondo. Al frente del gobierno tiene al lehendakari Imanol Pedrales, que parece haber detenido la caída de su antecesor, Iñigo Urkullu, y en las últimas encuestas obtiene un aprobado de su gobierno, además de haber roto a su favor el empate que tenía con Bildu en las elecciones de hace un año. Y en la nueva ejecutiva del partido —diez hombres y cuatro mujeres (sin noticias de la paridad) con una media de menos de 50 años— hay una revolución: de los 14 miembros del Euzkadi Buru Batzar, solo uno, Unai Hualde, de Navarra y exalcalde de Altsasu, repite. Son nuevos los cuatro representantes territoriales y los nueve elegidos por la asamblea general.
El PNV va a mantener su apuesta por la centralidad política, alejado del PP y muy beligerante con Vox. En parte, también, porque el gobierno vasco está condicionado por el PSE. Pero no solo eso: Alberto Núñez Feijóo y Aitor Esteban no han hecho buenas migas en Madrid y las dos organizaciones se han ido alejando, con críticas importantes del Partido Popular hacia los jeltzales que han agrietado la relación. Interesante va a ser también la relación entre Arnaldo Otegi y Esteban, muy mejorable, según profundos conocedores de los entresijos de la política vasca. El coordinador general de Bildu juega la partida ganando posiciones peldaño a peldaño, sin prisas y casi sin estruendo, de una manera natural. Como si la victoria de Bildu en Euskadi fuera solo cuestión de tiempo. Esa es la dinámica que necesitará romper el PNV y cuyo resultado acabará juzgando el futuro de Aitor Esteban.