Uno no puede menos que sentir una gran vergüenza cuando, sin rubor alguno, el candidato a gobernar Castilla y León, el presidente del PP en la región, Alfonso Fernández Mañueco, ya investido, ha proclamado que el acuerdo con Vox que le ha permitido hacerse con el poder permitirá “mejorar la calidad democrática”. Poco sentido de la democracia debe tener el tal Mañueco y una pobre opinión debe poseer de sus conciudadanos para decir semejante estupidez tras entregarse en manos de Vox para retener la presidencia. Para este supuesto logro de una mejor democracia, le ha dado a la ultraderecha la presidencia de la Cámara legislativa autonómica, la vicepresidencia y tres consejerías. Felicidades.
Riéndose de todos debe estar en la sede de Génova Alberto Núñez Feijóo, el recién elegido presidente de los populares, que ha conseguido enredar a todo el mundo con una apariencia de falso centrista. ¡Pues no sabe nada el gallego! No en balde ha aprendido a jugar sus cartas de maestros como Mariano Rajoy o Manuel Fraga. Y a la vuelta de la esquina esperan las elecciones andaluzas, sobre las que se vuelve a especular que serán antes del verano. Vox también espera para el gran pacto con el presidente Juanma Moreno, hoy dependiente de Ciudadanos, si bien, como en tantos otros lugares, la formación naranja camina hacia la extinción para dejar su sitio a la ultraderecha.
Castilla y León, Andalucía y la tercera pieza es Madrid, donde este lunes se ha dado luz verde al congreso regional que encumbrará a Isabel Díaz Ayuso como lideresa absoluta de la capital española. Feijóo la sitúa en el trono que le negó Casado y que, a la postre, le costó el cargo. El gallego, poco amante de los líos, ve que en las encuestas publicadas desde su encumbramiento al poder popular, con Vox o sin Vox, va claramente hacia arriba y que le sirve cualquier camino, también el del PSOE llegado el caso, para llegar a la Moncloa.
¿Qué pensarán en Francia? Mientras allí llevan desde el domingo por la noche en que se conocieron los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, también antes, hablando del cordón sanitario a la ultraderecha de Marine le Pen, aquí al PP le sirve cualquier pacto. Se podrá disfrazar la derecha española de lagarterana pero el ramalazo franquista y de cuya matriz procede por mucho que le moleste reconocerlo, le sale tan a menudo que en Europa le costaría superar un mínimo filtro de calidad democrática.