Primera conclusión: El Estado español ha perdido claramente la batalla política y mediática del caso Forcadell en Europa. El fenómeno de bola de nieve generado a raíz de la insólita comparecencia de la presidenta del Parlament en condición de investigada (antes imputada) ante el TSJC, acusada de los delitos de prevaricación y desobediencia por haber permitido el debate y votación en la Cámara catalana, acapara informaciones en los lugares más insospechados y hasta una decena de países están teniendo debates a partir de diferentes iniciativas parlamentarias. Vale la pena enumerarlos: Reino Unido, Escocia, Irlanda, Gales, Dinamarca, Alemania, Suiza, Eslovenia, Italia y Bélgica.
Segunda conclusión: La calidad de la democracia española y la judicialización de la vida política no había estado nunca cuestionada por tantos y en tantos sitios. ¿Cuando se había producido algo así en Europa? ¿Y en España? Las contundentes declaraciones de Pablo Iglesias señalando que se avergonzaba como español y como demócrata del juicio a Forcadell marcan un cambio de rasante importante en la percepción de una parte de la clase política española. Iglesias encarna el tercer grupo de la Cámara y sus palabras solo pueden ser que elogiadas. La respuesta catalana y el apoyo institucional ha estado a la altura del reto fijado por sus promotores. El independentismo que empezó la semana entre divisiones por el tema de los Mossos d'Esquadra la acaba mucho más cohesionado de lo que incluso parece.
Tercera conclusión: Los juicios - que el independentismo entiende como políticos- no intimidan a las autoridades catalanas. En este sentido, las palabras del president Carles Puigdemont señalando que, diga lo que diga el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, Carme Forcadell continuará siendo la presidenta del Parlament supone algo más que un desafío y se enmarcan en la excepcionalidad del momento político que vive Catalunya.
Cuarta conclusión: Los presupuestos y la cumbre del referéndum, las dos próximas metas volantes de la semana que viene, aparecen bastante encarriladas. Si todos los actores implicados saben mirar más allá de sus legítimos pero aplazables intereses el camino hacía mucho tiempo que no estaba tan despejado. Cohesión en Catalunya, extrema preocupación en España y vigilancia en Europa.