Poco carbón le debe quedar al PSOE en la campaña electoral en Andalucía, que celebrará comicios autonómicos el próximo domingo 19 de junio, cuando hasta el CIS del socialista José Félix Tezanos —que siempre tiende a cocinar hacia casa— ha sacado este lunes una encuesta flash sentenciando a su candidato, el exalcalde de Sevilla Juan Espadas. El granero del PSOE por antonomasia durante varias décadas, que había dado permanentes gobiernos regionales con Manuel Chaves y José Antonio Griñán, luego condenados ambos por corrupción, se enfrenta sin brújula alguna a un Partido Popular que, literalmente le ha robado la camisa, aplicando sus mismas políticas de ayudas y canibalizando así el electorado. El nuevo virrey andaluz, Juanma Moreno, va a lograr una victoria histórica, si se cumplen los pronósticos, que ya le acercan a pocos escaños de la mayoría absoluta y, en cualquier caso, sumando más votos que toda la izquierda junta y reduciendo a Vox a una posición muy inferior a la que se le presumía al inicio de la campaña andaluza.
No es solo el CIS el que presagia el desplome socialista. Este lunes, último día de publicación de encuestas permitido por la legislación, se han conocido media docena, todas en la misma dirección. De hecho, el único interrogante es si Ciudadanos acabará entrando en el parlamento o la formación de Inés Arrimadas dará un paso más hacia su pronosticada desaparición. La victoria del PP se antoja tan rotunda y la derrota del PSOE tan humillante que el epicentro del resultado del domingo va a dejar una onda expansiva que va a llegar hasta Madrid. Directamente al palacio de la Moncloa, donde ya se habla abiertamente de una profunda crisis en el Consejo de Ministros antes de las vacaciones de verano.
Sea como sea, a Pedro Sánchez parece que la suerte le ha abandonado. No hace tanto tiempo, a finales de febrero, Pablo Casado renunciaba a la presidencia del PP y abría una crisis de consecuencias imprevisibles en la formación conservadora, que de golpe perdía a su principal referente. Menos de cuatro meses después, Alberto Núñez Feijóo, que abandonó la presidencia de Galicia porque no tuvo más remedio, se apresta a protagonizar con Sánchez un pulso en el que tiene más números de salir victorioso que derrotado. Si hay derrota socialista y la esperada remodelación del Gobierno, a Sánchez le habrá durado el nuevo equipo ministerial alrededor de un año. Todos los cambios habrán resultado fallidos y lo que se presentó como un gobierno con más fuelle político que el anterior, considerado más tecnócrata, otro error táctico del presidente.
Lo más preocupante para el PSOE es que el desastre andaluz se produciría a unos meses de las elecciones municipales y autonómicas previstas para finales del mes de mayo del año que viene. Con los barones en un estado de pánico absoluto, poco margen les va a quedar a los socialistas para remontar la legislatura española frente a un PP crecido y ocupando la centralidad del tablero político. No es descartable un gobierno exclusivamente del PSOE, como tampoco lo es que se cronifique la mala relación entre los socialistas y Esquerra después de tantas promesas y tantos incumplimientos con la formación de Oriol Junqueras y Gabriel Rufián. Si hasta ahora no ha habido ni negociación ni diálogo, poco cabe esperar en el futuro, donde las organizaciones territoriales querrán a unos socialistas más cercanos al PP que a Podemos.
Todo eso es lo que está en juego en Andalucía, más allá del gobierno autonómico. Y el principal problema de los socialistas es que se han quedado sin cartas a mitad de la partida.