El acuerdo político entre el PSOE y Podemos sobre los presupuestos generales del Estado, que el gobierno español entrará este mes en las Cortes, facilita su tramitación y los deja al borde de su aprobación, siempre y cuando el independentismo catalán los avale. La decisión del Govern, ratificada por el conseller d'Economia, Jaume Giró, de presentar este mes de noviembre el proyecto de ley de presupuestos del nuevo ejecutivo catalán los acerca igualmente a su aprobación. Aunque tampoco es segura si la CUP, una vez facilitada la investidura del president Pere Aragonès, sigue comportándose más como un partido de oposición que como un aliado del Govern independentista.
El hecho de que las cuentas del Estado y las de la Generalitat transiten con un calendario parejo puede acabar siendo un balón de oxígeno para ambos gobiernos, necesitados de sacar adelante su proyecto de presupuestos por un doble motivo: la estabilidad de sus respectivos ejecutivos y la adaptación de las cuentas públicas a las necesidades actuales. En el caso del Govern aún es más perentorio, ya que el calendario electoral del pasado año —elecciones catalanas el 14 de febrero—, las negociaciones para la investidura, el nuevo Govern y su composición desembocaron en la única opción lógica a aquellas alturas: prorrogar el presupuesto del 2020 y centrarse en unas nuevas cuentas para 2022.
Todo apunta a que, en España, Esquerra está dispuesta a jugar su papel de aliado del gobierno PSOE-Podemos y llegar a un acuerdo para los presupuestos. Junts, por primera vez, puede querer entrar en la ecuación ya que, al menos, su posición no es de entrada, no. Las dos formaciones se miran de reojo y con estrategias, hasta ahora, claramente diferentes en Madrid. Pero la variable CUP está ahí. ¿Qué pasa si el Govern se encuentra en la encrucijada de retirar el proyecto de presupuestos o sacarlos adelante con el PSC? ¿Hay un camino para transitar o hay tantas minas en el trayecto que más vale dejarlo estar? Es una pregunta que el Govern igual tendrá que hacerse más pronto que tarde aunque, como todas las cosas en la vida, tenga una respuesta difícil y para algunos desagradable.
Lo que no tendría sentido alguno y serviría directamente para sonrojar al independentismo sería que apoyara los presupuestos del Gobierno de Pedro Sánchez haciendo de muleta imprescindible en las Cortes por la ausencia de mayoría parlamentaria y tuviera que retirar sus cuentas públicas del Parlament por faltarle apoyos para ello. Sería, realmente, un escenario bochornoso.
El Govern tiene que apurar las negociaciones con la CUP. Pero la formación anticapitalista tiene que medir sus propuestas en base a los nueve diputados que tiene frente a los 65 que suman Esquerra Republicana y Junts per Catalunya y no a la inversa. Puede enmendar o matizar algunas medidas económicas, pero no puede imponer un presupuesto alternativo que acabe desfigurando los resultados electorales. Aunque a veces parezca que la CUP juega más a autoexcluirse de la ecuación que a influir, que sería lo propio de un partido con tan pocos escaños.