Hay dos maneras de evaluar la solidez de un gobierno: por las posibilidades reales de que la oposición pueda presentar una moción de censura que pueda prosperar y con un candidato alternativo a la presidencia y, en segundo lugar, por la estabilidad parlamentaria del ejecutivo, es decir, su capacidad de sortear los obstáculos de los partidos que están fuera del gobierno. No hay más. Todo lo demás es infinitamente secundario cuando se pone el prisma político sobre la salud real de un gobierno. Tanto el de Pedro Sánchez como el de Salvador Illa están a resguardo de la primera opción, ya que es prácticamente imposible que se pueda armar una mayoría alternativa. Pero, en cambio, están a la intemperie de la segunda opción. El presidente del ejecutivo español ha visto cómo desde noviembre de 2023, cuando se inició la actual legislatura, dos ministros han sido reprobados en el Congreso de los Diputados, los titulares de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de Transportes y Movilidad Urbana, Óscar Puente. Además, los socialistas han perdido un centenar de votaciones en la cámara baja, entre ellas las de cinco leyes y tres decretos ley. Todo un récord en la democracia española, a lo que habría que sumar que no ha podido presentar ni los presupuestos de 2023, ni los de 2024 y tampoco los de 2025.

Salvador Illa ha vivido este jueves su primer revés serio en el Parlament, que ha aprobado la reprobación de la consellera de Territori, Habitatge i Transició Ecològica, Sílvia Paneque, y ha pedido al president que la cese en su cargo. No va a suceder, obviamente, como no ha pasado en situaciones similares anteriores; tampoco está obligado legalmente a ello. Pero no se trata de un contratiempo menor, pues la situación ha evidenciado la capacidad de resistencia real con la actual mayoría del gobierno: los 42 diputados del PSC y los 6 de los comunes. O sea, 48 de los 135 que componen la Cámara catalana, muy lejos de la mayoría absoluta de 68 escaños, para la que necesita los 20 de Esquerra Republicana. El primer nivel de resistencia del president Illa queda fijado en siete meses y medio, el tiempo transcurrido entre su investidura y la primera reprobación parlamentaria de un miembro de su Govern y la petición de dimisión. El escaso tiempo transcurrido entre nombramiento y reprobación supone un récord en las legislaturas catalanas. En la anterior, por ejemplo, fueron reprobados dos consellers del president Pere Aragonès —Carles Campuzano y Joan Ignasi Elena— pero ello sucedió casi a la mitad de la legislatura pasada y después de que Junts fuera empujado a abandonar el Govern.

Un estudio de opinión sitúa a Aliança Catalana en condiciones de hacer el sorpaso a Esquerra Republicana

Para que la desdicha fuera lo más llevadera posible, quién sabe si el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) hizo una casual contraprogramación, amortiguando el impacto de la reprobación y la petición de dimisión de Paneque con la presentación del primer barómetro electoral del año, que suele presentar a finales del primer trimestre. Buenos resultados para el PSC, que ni sube ni baja; malos resultados para Junts, que retrocede; pobres resultados para ERC, que remonta ligeramente sus pésimos números electorales; y subidón de Aliança Catalana. Unas previsiones que nadie debería dar como definitivas, como la experiencia demuestra. Más sorprendente sobre el nivel de inestabilidad política actual en Catalunya es otro estudio de opinión de una empresa con años de trabajo de campo y experiencia en el territorio, que da una diferencia significativa en cabeza entre PSC y Junts, pero sitúa a Aliança Catalana en condiciones de hacer el sorpaso a Esquerra Republicana. Son, en definitiva, encuestas hechas cuando aún no hace un año de las últimas elecciones. El mapa demoscópico es inestable en todos sitios. Cuando hace un mes de las elecciones anticipadas del 23 de febrero en Alemania, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) ha establecido un nuevo récord, ganando 3,2 puntos porcentuales, hasta alcanzar el 24 por ciento, según una encuesta realizada por YouGov. La democracia cristiana (CDU) se mantiene en primer lugar, pero pierde 2,6 puntos porcentuales y solo llega al 26 por ciento.

Quizás estos vaticinios y la vuelta de Oriol Junqueras a la presidencia de Esquerra Republicana llevarán a reflexiones de mayor calado en la organización que dar apoyo a una resolución o tumbar otra. Incluso superiores a aprobar o no aprobar unos presupuestos. Eso será, en todo caso, después de que el Constitucional valide o no la ley de Amnistía aprobada en el Congreso de los Diputados. Si los presos juzgados y condenados son amnistiados o indultados de la inhabilitación, quién sabe si Junqueras apostaría por tirar de nuevo los dados y abrir el debate de apuntalar el gobierno Illa con una mayoría más estable y fija, con ERC volviendo al Govern y con él mismo de nuevo en el ejecutivo catalán con rango de vicepresidente. Pero es necesario para ello que antes pasemos varias pantallas del impasse político actual. Pero auscultando hoy a Esquerra Republicana, aquel no rotundo de hace un tiempo se escucha con mucha menos fuerza y hoy todo va mucho más deprisa. Para lo bueno y para lo malo.