Desde que Pedro Sánchez cruzara el Rubicón el pasado sábado en el comité federal del PSOE, anunciando que estaba dispuesto a llevar al Congreso de los Diputados una proposición de ley de amnistía para continuar cuatro años más en el cargo, a los socialistas parece que les han entrado las prisas para cerrar cuanto antes la investidura de su candidato. Así, este mismo lunes se ha dado a conocer públicamente una reunión en Bruselas de una delegación de Junts, encabezada por Carles Puigdemont, y otra del PSOE con el secretario de organización, Santos Cerdán, al frente. No ha sido ni la primera cita que ambos partidos han mantenido, ni la de mayor rango político por parte socialista, ni en la única ciudad donde se han visto, pero sí la primera que el PSOE ha tenido necesidad de divulgar para trasladar a la opinión pública, y muy especialmente a sus militantes, que ya se está en la recta final y que la investidura es cosa de días.
Habrá investidura, ciertamente. Eso, si no hay un cataclismo, porque en política siempre hay que dejar un margen, por pequeño que sea, para cualquier sobresalto. Pero no se está a punto de anunciar un acuerdo, por más que el PSOE haya puesto una marcha más a la negociación y trate de resolver o aparcar los obstáculos aún pendientes de superar. Las prisas de un bando no son las del otro, que prefiere dejar las cosas sin margen para lecturas diferentes en el futuro. Sin ir más lejos, algo de eso pasa con la amnistía: el texto no acaba de cerrarse y, durante estas semanas, ha sucedido en más de un momento que, cuando se estaba a punto de acordarse la globalidad, se deshacía por alguna de las costuras. Aún estamos ahí y eso que es la carpeta más avanzada. Claro que el tema del mediador internacional, que el PSOE ya ha asumido como irreversible, es una garantía, pero sigue estando muy presente en Junts que los acuerdos que faciliten la investidura se tienen que ajustar a la conferencia pronunciada por Carles Puigdemont el pasado día 5 de septiembre en Bruselas.
En este aterrizaje suave de los socialistas para cambiar incluso el lenguaje empleado durante casi seis años, este lunes también se ha dado un paso más. De hecho, el comunicado distribuido por el PSOE en el encabezamiento ya va en esta dirección: "El secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, se ha reunido esta tarde con el president Carles Puigdemont en las dependencias que los diputados de Junts per Catalunya/Lliures per Europa tienen en el Parlamento Europeo". Las formas en política nunca son casuales, es "el president" y los socialistas, con una delegación encabezada por el número 3 del partido, han ido a reunirse con él a su despacho en el Europarlamento. Al cumplirse este lunes seis años desde que Puigdemont llegó a Bruselas iniciando su exilio y empezó el proceso de deshumanización de su figura por parte del estado español, también por parte socialista, el retorno al tratamiento de "president" devuelve las cosas a una situación de la que nunca se debió salir.
La nota sigue con que "todos han coincidido a destacar el buen ambiente del encuentro y han constatado que dichas negociaciones avanzan en la buena dirección". Dicho esto, las prisas del PSOE porque la sesión de investidura no vaya más allá del 6 o el 7 no parece ni mucho menos un escenario factible. Cuesta de ver que sea antes de la semana del 13 de noviembre; eso, corriendo más y no al ritmo actual. Los socialistas lo tienen fácil si quieren mantener el calendario: que levanten en pocas horas los vetos que mantienen a las propuestas de Junts. Porque es evidente que ahora a Pedro Sánchez la investidura le tiene que salir sí o sí, ya que, de lo contrario, quedaría en una situación electoral muy difícil y los pasos dados le acabarían pasando factura en las urnas. Hay buen clima, como se dice en la nota, para que esto no pase. Pero los socialistas no deben olvidar que Puigdemont está acostumbrado a convivir con la presión y que los sistemas clásicos de pressing no consiguen, en este caso, el efecto producido con otros políticos al uso.