Hay que haber perdido realmente el sentido de la realidad para llevar la ley Celaá al Tribunal Constitucional porque, supuestamente, pone en riesgo el conocimiento del castellano en España. Solo el cambio de paradigma de una derecha cada vez más extrema y que hace bandera de todos los temas identitarios podía haber desencadenado un despropósito que más que la protección de la lengua castellana lo que busca es acabar con la inmersión lingüística y convertir el catalán en una lengua testimonial. El PP ya dijo que la llevaría al TC y lo ha cumplido. Es probable que esto le dé algún voto en las elecciones en la Comunidad de Madrid, pero lo que el partido de Pablo Casado olvida es que al paso que va solo tendrá opciones de alcanzar el palacio de la Moncloa si suma la mayoría con Vox, ya que el resto de formaciones que en tiempos recientes facilitaron investiduras de presidenciables del PP no podrán ni acercárseles.
El PP de Mariano Rajoy ya probó en su día las mesas petitorias contra el Estatut d'Autonomia e inició un proceso y una escalada de anticatalanismo en muchos aspectos irreversible en el conjunto de España. Rajoy llegó a considerar años después este movimiento de su partido un error, aunque también es verdad que nunca comprendió la importancia que tenía para Catalunya su lengua propia. Ahora, el PP vuelve a la carga y lo hace en un momento en que los tribunales están tratado también de rebajar la inmersión lingüística en la educación y revertir el modelo incorporando más horas lectivas de castellano en las escuelas de Catalunya. De hecho, el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya acaba de anular dos proyectos educativos porque solo tenían como lengua vehicular el catalán, cosa que evidencia hasta qué punto la ley Celaá, que en teoría blindaba la inmersión, se puede convertir en papel mojado en manos de los tribunales.
El pulso lingüístico está llamado a ser uno de los grandes conflictos en el futuro más inmediato. Fundamentalmente porque el retroceso del catalán ha sido enorme en los últimos años, tanto cuantitativa como cualitativamente, y hay una disminución generalizada del uso de la lengua catalana. Un estudio de la Plataforma per la Llengua señalaba que en los institutos de zonas urbanas sólo el 14,6% de las conversaciones en el patio eran en catalán. Este retroceso ha hecho que los expertos ya hablen de emergencia lingüística del catalán.
Cabe esperar que el Govern independentista de Esquerra y Junts que se conformará, seguramente, en la primera quincena de abril, fije entre sus prioridades el refuerzo del catalán en las escuelas y esté en condiciones de dar la batalla para revertir la situación. La lengua ha sido el nervio de la nación catalana y habrá que volver a situarla en el centro del debate si no queremos que quede como un asunto marginal y folklórico.