El Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), que viene a ser nuestro CIS con algo menos de manipulación, ya que es imposible encontrar una persona tan tóxica para colocar al frente de un organismo oficial de estudios sociológicos como José Félix Tezanos, ha publicado este jueves su última encuesta sociopolítica. Un trabajo que deja datos extraordinariamente preocupantes para el futuro del catalán, que aparece encorsetado entre tres obstáculos, cada uno insalvable por sí solo.
El catalán sufre una ofensiva judicial, política y mediática para rebajar su enseñanza, su conocimiento y su uso como una lengua no inferior al castellano; una cadena de errores y una falta de unidad entre los partidos catalanes que no han sabido, no han querido, o no han podido, levantar un muro suficientemente sólido para defenderlo; y, finalmente, una desnacionalización del país, que avanza a veces de manera harto visible y otras imperceptiblemente, pero que se está llevando por delante la identidad nacional.
Los poderes públicos han olvidado incluso lo que el Estatut de Autonomia, en el artículo 6, dispone: "1. La lengua propia de Cataluña es el catalán (...)" y "2. El catalán es la lengua oficial de Cataluña. También lo es el castellano, que es la lengua oficial del Estado español. (...)". Bajo falsas batallas para acabar como fuera con la inmersión lingüística en Catalunya, se ha conseguido hacer saltar el statu quo de la Transición: el catalán es la lengua minorizada y la que necesita ayuda. De este consenso político y social hemos pasado a uno muy distinto, basado en que es el castellano el que tiene dificultades en Catalunya.
Ciudadanos, la formación política españolista hoy desaparecida, nació con el único objetivo de marginalizar el catalán; le siguió a las primeras de cambio el PP, y el PSC también reculó en algunas de sus posiciones históricas, emparedado como quedó entre el procés, la independencia, el partido naranja y la prensa de Madrid. Hoy, sinceramente, viendo la encuesta del CEO, cuesta mucho discrepar del brillante Quim Monzó, que en 2009 decía lo siguiente: "La lengua catalana va camino de convertirse en un dialecto del castellano" y añadía en su tono a veces provocador y otras sarcástico: "El hecho diferencial de los catalanes siempre había pasado por la lengua; la gente ahora se identifica con una lengua llamada bilingüismo". Todo ello porque, sostenía, que las referencias de la gente que vive en Cataluña "están en castellano" y ponía como ejemplo que en TV3, Catalunya Ràdio o RAC1 "incluso las gracietas se dicen en castellano".
El 52% de los catalanohablantes se ven obligados a cambiar de lengua hacia el castellano "para evitar problemas"
Vayamos a la encuesta del CEO, en la que es difícil encontrar un único dato bueno y esperanzador. El 53% de los catalanes consideran que la situación actual del catalán ha empeorado y el 40% creen que se encuentra amenazado y podría desaparecer. Con respecto a las franjas de edad, el uso de la lengua catalana no llega al 50% de frecuencia en ninguno de los grupos de población. Quienes más se acercan son los mayores de 64 años —el 49% de los hombres y el 46% de las mujeres—, mientras que el castellano se impone claramente en la juventud. Entre los menores de 24 años, el catalán solo lo utiliza habitualmente un 37% de los chicos y un 39% de las chicas.
Casi la mitad de los catalanes son enormemente pesimistas respecto al futuro de la lengua: el 46% creen que la salud del catalán irá a peor, frente a un 30% que piensan que se mantendrá y solo un 13% que creen que mejorará. Un último dato muy importante: el 52% de los catalanohablantes se ven obligados a cambiar de lengua hacia el castellano "para evitar problemas".
Hay muchos más datos y muchos más motivos de preocupación. Es posible, incluso, que ya sea una batalla perdida. Hasta la fecha, lo que sí ha sido es una batalla en la que se han puesto más discursos —ha habido más postureo— que medidas legislativas, que solo pueden ser drásticas e impositivas. Empezando por los medios de comunicación, los públicos y también los privados. Los primeros, por descontado, pero los segundos también, sobre todo si se acogen a ayudas públicas de las instituciones catalanas.
Para Catalunya, para su lengua, para el concepto nacional del país, para la voluntad de ser un solo pueblo, es más importante la defensa de estos valores esenciales que el postureo de abandonar la red social X —por eso, es poco comprensible la decisión del Institut Ramon Llull. El debate sobre los bulos y la desinformación no va, ni preferentemente, ni exclusivamente, de X. Va también de anunciar pomposamente una decisión y, horas después, copiar apresuradamente y divulgar, sin filtro alguno, un titular de la Agencia EFE en X sobre un accidente de un helicóptero en Madrid que nunca existió y que no se correspondía con ninguna información de la agencia. Eso es enormemente tóxico, aparte de evidenciar una mala praxis periodística. Pero claro, las lecciones de desinformación deben ser otra cosa.