Pasaban unos minutos de las ocho y cuarto de la noche cuando la tecnología audiovisual nos ofreció la que es, sin duda, la imagen de este arranque de campaña: Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, desde atriles diferentes de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, protagonizando simultáneamente un mitin electoral. Los socios de gobierno entre principios de enero de 2016 y octubre de 2017, cuando se amputó a Catalunya su autonomía a través del 155 y Puigdemont se exilió en Bruselas y Junqueras ingresó en la prisión, el president y el vicepresident de aquella etapa, encima de un escenario pidiendo uno desde Reus y el otro desde Badalona la movilización más importante del independentismo el próximo 14 de febrero y el voto para sus respectivas formaciones políticas.
Todo ello el día que salió la encuesta del CEO -Centre d'Estudis d'Opinió de la Generalitat- que cayó como un obús en medio de la incipiente campaña: el efecto Illa es menor que el efecto Arrimadas, por más que el ex ministro hable y hable de que se presentará a la investidura si gana. La victoria el 14-F se la disputan, hoy por hoy, Esquerra y Junts y el que sea capaz de movilizar a su electorado de la abstención en una proporción mayor se acabará llevando el gato al agua y el independentismo va a superar el 50% de los votos y dependerá de los partidos que ello acabe teniendo algún efecto.
También fue esta la jornada en la que ya hemos sabido de una manera definitiva que el día de la votación será el 14-F como el TSJC ha querido y, casualmente, el PSC también. La encuesta del CEO demuestra que no había miedo electoral del independentismo para aplazar las elecciones al 30 de mayo sino responsabilidad para no disparar las cifras del coronavirus y provocar una situación de colapso en los hospitales y en las UCI. Esperemos que no pase nada y si no es así que los responsables no queden impunes.
La salida provisional de la cárcel de los presos políticos y la participación de algunos de ellos en la campaña -Junqueras y Raül Romeva en Badalona y Jordi Turull y Josep Rull en Reus- no debe tapar la anomalía de su situación, la injusticia de su sentencia y la represión que se les aplica a diferencia de los presos comunes. El tercer grado que se les ha concedido de acuerdo con la reglamentación penitenciaria será impugnado muy pronto por la Fiscalía y veremos el tiempo que tardan en ser retornados a la prisión de Lledoners o a la de Puig de les Basses. El Estado español no falla nunca, ni respeta derechos, ni tampoco el cumplimiento de sus propias leyes, que siempre son reinterpretadas cuando los afectados son del movimiento independentista. Los presos entraron en campaña, sí. Con una libertad con fecha de caducidad pero con una energía impropia de quienes ya llevan bastante más de mil días durmiendo en la celda de una prisión.
La entrada en campaña de Puigdemont y Junqueras confronta en primera persona las dos estrategias de los dos partidos independentistas que se disputan la victoria. Aunque en el caso de Junqueras no encabeza ninguna lista, es obvio que se van a dibujar en los próximos días dos tipos de debates: Puigdemont y Junqueras por un lado y Laura Borràs y Pere Aragonès por otro. La entrada en escena de la artillería pesada incorpora además del debate de gestión de gobierno y pandemia, emociones y estrategias, el factor Madrid y la manera de relacionarse con la Moncloa. Lástima que lo que Puigdemont y Junqueras se dicen por libros, en artículos, en entrevistas o en mítines no lo confronten en un auténtico cara a cara, no con las nuevas tecnologías y a través de un streaming, con cada uno hablando para los suyos.