Carles Puigdemont y Oriol Junqueras se reunirán este jueves en Waterloo, acompañados de sus respectivos números dos, Jordi Turull y Elisenda Alemany, en pleno envite de sus respectivos partidos a los socialistas. Será la primera cita desde que Junqueras retornó hace unas semanas a la presidencia de Esquerra Republicana y después de que el pasado sábado, en el consell nacional del partido, expusiera la carrera de obstáculos que tenía por delante el Govern de Salvador Illa si quería tirar adelante los presupuestos de la Generalitat. Tanto es así que, en estos momentos, la consellera de Economia, Alícia Romero, ha empezado a verbalizar que no tendría presupuestos y que el mundo no se acaba por ello. Más allá de las cuentas de la Generalitat y del momento de grave crisis política entre el PSOE y Junts, hay una cuestión más de fondo que es nuclear: ¿serán capaces Puigdemont y Junqueras de recoser tantas cosas rotas en estos últimos años y de plantearse un nuevo inicio? ¿O, por el contrario, más allá de una foto interesante y de unas declaraciones para salir del paso, el camino que podrían recorrer es intransitable?

La reunión se celebra a iniciativa de Junqueras, que fue quien también la tuvo en la que celebraron el pasado mes de julio. Aquella cita sirvió para que se encontraran por primera vez desde la declaración de independencia en el Parlament el 27 de octubre de 2017 y, desde entonces, han mantenido periódicamente el contacto a través del móvil. Evidentemente, no hay entre ambos un clima de amistad, pero sí de respeto, y tienen por delante, si quieren, una pista por la que pueden correr. Ambos están necesitados de poder visualizar que no hay una guerra civil entre ambas formaciones y que de esa etapa se ha pasado página. De hecho, en Junts hay mayor enojo con Marta Rovira —en el paquete también van Pere Aragonès, Marta Vilalta o Sergi Sabrià— que con Junqueras, ya que a la primera se le hace responsable de haber entregado la presidencia a Salvador Illa y de haberse negado a construir ningún puente con Junts después de los resultados electorales del pasado mes de mayo, que desembocaron en una amplia victoria del PSC.

Puigdemont y Junqueras necesitan visualizar que no hay una guerra civil entre Junts y ERC y que de esa etapa se ha pasado página

Junqueras, en cambio, nadó y guardó la ropa sin que nadie sepa a ciencia cierta qué acabó votando en la consulta a la militancia de Esquerra sobre el apoyo o no a la investidura de Illa. Se puede pensar que lo hizo afirmativamente, pero nunca lo ha declarado. También defendía un timing diferente y no cerrar un acuerdo tan precipitadamente. Pero eso ya es pasado y ahora, ya con todos los galones de nuevo en la dirección del partido, Junts espera conocer si su estrategia está más orientada a hacer de muleta del PSC o, por el contrario, de pepito grillo de los socialistas y complicarles una legislatura que hasta la fecha ha sido muy plácida para ellos. El hecho de que no haya un horizonte electoral inmediato —las municipales son en mayo de 2027— debería facilitarles tejer algún tipo de estrategia compartida más a medio plazo. Sobre todo, porque, en términos de mayorías, ni a Junts ni a Esquerra les sirven de mucho sus 35 diputados en el Parlament los primeros y 20 los segundos, unas cifras que sumadas se quedan cortas y que ambos necesitan mejorar significativamente.

El encuentro en Waterloo, agendado hace un par de semanas, coincide casualmente con la reunión de la Mesa del Congreso que debe decidir si tramita o no la iniciativa legislativa de Junts que pide a Pedro Sánchez que se someta a una cuestión de confianza. El PSOE ha dicho por activa y por pasiva que no facilitará su tramitación y la pelota está en manos de Sumar, que estas últimas horas ha especulado con que, en su caso, se lo está pensando. Veremos qué votan los de Yolanda Díaz, que intentan hacer un paquete con la reducción de la jornada laboral y la subida del salario mínimo interprofesional como coartada y válvula de escape para no quedar atrapados en el fuego cruzado entre Sánchez y Puigdemont. Y, además, se quedan sin relato, ya que sus iniciativas quedarían definitivamente sin salida alguna.

La bola del ultimátum de Junts se ha ido haciendo tan grande que podría darse el caso, incluso, que si la iniciativa legislativa de los de Puigdemont llegara al pleno del Congreso, las costuras de la mayoría parlamentaria de investidura de Sánchez fueran tan grandes que se le escaparan votos por todos sitios. ¿Por qué si Sánchez la va a perder, ERC le habría de mantener gratuitamente su confianza en una decisión que sería más política que jurídica, ya que no se vería obligado a renunciar?