Este fin de semana me han sucedido dos cosas bien curiosas y ambas tienen que ver con la vacunación. El primer incidente me sucedió en plena calle cuando una persona mayor de 85 años me explicó que tres de sus vecinas de escalera —una mayor de 90 años y otras dos de 85— no habían sido vacunadas y cuando se habían puesto en contacto con el CAP y con otros teléfonos facilitados por la administración para exponer su situación les habían dicho bien que ya les llamarían o que no podían darles ninguna información. Su preocupación venía de que acababan de leer que el 85% de las personas de más de 80 años ya se habían puesto la primera dosis y les extrañaba que el porcentaje fuera tan alto, ya que, obviamente, no se correspondía con lo que sucedía entre sus vecinos.
No supe darle ninguna respuesta, pero realmente me preocupa que la angustia de sus vecinos no fuera atendida por la administración. Le expliqué que seguiríamos en contacto para conocer si se producían nuevas noticias, ya que ella —que sí estaba vacunada de la primera dosis— estaba sorprendida de que tuviera tantos vecinos de su misma edad o mayores que nadie les decía nada. Mientras se alejaba, insistía e insistía: el 85% no puede ser
El segundo caso era un debate diferente pero también intenso y, de alguna manera, más radical. Tenía que ver con un grupo entre la franja de 60 y 69 años, que se tienen que vacunar con AstraZeneca y que estaban decididos a esperar un tiempo para ver si podían hacerlo con alguna otra vacuna. Es obvio que el debate que se ha generado con esta vacuna demuestra la preocupación que se ha generado y un cierto temor de algunos a ser conejillos de indias. Todos ellos eran partidarios de vacunarse, e incluso entre ellos había un médico, pero su decisión era bastante categórica: esperar a que en su franja de edad se administre la Pfizer o incluso a que Catalunya compre la rusa Sputnik, algo que si se hiciera hoy, sería un choque con el gobierno español, como se ha visto en los intentos fallidos de la Comunidad de Madrid.
A veces nos pensamos que los datos estadísticos son suficientes, pero la realidad es siempre mucho más compleja. Y sí, muchas personas entre 60 y 69 años no se van a vacunar con AstraZeneca aunque las estadísticas aún no lo reflejen.