Aunque la sangre no llegó al río, la reprimenda pública de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) a los partidos independentistas por su demostrada incapacidad para conformar un Govern, cuando se han cumplido 80 días de las elecciones del pasado 21 de diciembre, ha sido importante. Debe ser la primera vez que de una manera explícita la ANC ha confrontado sus demandas de República con el desencuentro entre Junts per Catalunya, Esquerra Republicana y la CUP. La entidad convocante de las grandes movilizaciones en Catalunya desde 2012 ha reunido este domingo a unas 45.000 personas, según la Guardia Urbana, en un clima más de enojo que de satisfacción y mucho más de reproche que de apoyo. Una grieta se ha abierto entre la más importante entidad soberanista de Catalunya y los partidos independentistas, por más que entre el público estuviera la expresidenta de la ANC Carme Forcadell, que en su día ya emplazó a Artur Mas, siendo president de la Generalitat, a que pusiera las urnas.
Este domingo, la puesta en escena de diferentes ciudadanos que, de alguna manera, han padecido la represión del Estado y que, uno tras otro, reclamaban en breves intervenciones desde el escenario que ellos se la habían jugado y que ahora querían que sus representantes hicieran lo mismo, fue el preludio de una de las declaraciones más fuertes que se escucharon por parte de un miembro del secretariado de la ANC. Jordi Pairó, desde la tribuna, azotó así a los partidos independentistas: "¡¿Qué coño está pasando que no se nos está diciendo?!" Fue uno de los reproches —hubo más— que tuvieron que escuchar los representantes de los partidos independentistas que, seguramente alertados, acudieron en menor grado que en otras ocasiones, algo que se hizo muy evidente en las primeras filas, donde, con la excepción de Jordi Turull y Josep Rull, no estaban los máximos representantes de los grupos independentistas del Parlament.
En las próximas semanas se renovará la dirección de la ANC, que se despedía con el acto de este domingo. Y también deberá haber novedades en la conformación del Govern que la CUP se niega a apoyar en desacuerdo con el documento político pactado. Y mientras, en la calle, las protestas se dirigen a los partidos, una ecuación que, lejos de ofrecer una salida a la situación, se acaba trasformando en una retahíla de reproches. Y una evidente percepción de que el relato, que ha sido la gran fuerza del independentismo, tiene serios problemas de encuadre, mientras estiran hacia uno y otro lado desde Bruselas, desde Estremera y desde Barcelona. ¿Y el Govern? Lo aconsejable empieza a ser no hacer pronósticos.