En un tiempo como el presente, en que la verdad publicada se fabrica la mayoría de las veces en los desacreditados medios de papel, vale la pena estar atentos al último frame del relato que el unionismo trata de hacer viral: el independentismo está perdiendo fuerza. Lo ha dicho inexactamente el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, al tildar de fracaso el acto de los alcaldes en apoyo al referéndum celebrado este sábado en el paraninfo de la Universitat de Barcelona. Más allá de que la única realidad es que la mayoría de municipios estaban representados -eso sí, con ausencias clamorosas como la de Barcelona (Colau) y esperadas, como los municipios del cinturón en manos del PSC-, que Rajoy hable de fracaso con un par de cientos de concejales en toda Catalunya y una única alcaldía (Pontons) de 937 municipios es sorprendente.
En esta misma dirección, la jefe de la oposición en el Parlament, Inés Arrimadas, de Ciutadans, ha señalado que cada vez son menos los independentistas. Puede ser que sí o puede ser que no. En el referéndum se sabrá. Ese referéndum, por cierto, que no quieren ni Rajoy ni Arrimadas. Ni la cúpula de Nicaragua del PSC, porque otra cosa es una parte del socialismo por el territorio. Un referéndum de independencia que sigue invariablemente, mes a mes, desde hace varios años, como la opción preferida por los catalanes. Más del 70% lo defienden en la encuesta que acaba de publicar La Vanguardia.
Debe de ser difícil emplear toda la artillería jurídica de la que dispone y de la que no dispone el Estado, acusar al independentismo de preparar un golpe de Estado por comprar urnas -los medios de comunicación internacionales y las cancillerías aún están perplejos-, amenazar al Govern, al Parlament, a los funcionarios, a las entidades, a empresas... y que los catalanes sigan queriendo muy mayoritariamente votar.
La partida se está inclinando del lado de las fuerzas favorables al referéndum, se mire como se mire. Si la fortaleza de la que hacen gala Puigdemont y Junqueras es real, y no hay que pensar lo contrario, difícilmente el referéndum del 1 de octubre no se consumará. David puede tumbar a Goliat porque quizás sí que el gigante, como dice el exministro Margallo, no está preparado para jugar esta partida. Ni siquiera, como explica el magnífico documental de Jaume Roures Las cloacas de Interior, practicando la guerra sucia.